Pepe y el viaje con su Pabre
Era un día soleado en el barrio, y Pepe estaba muy emocionado porque iba a pasar la tarde con su Pabre, que era un gran inventor. Su Pabre siempre tenía ideas sorprendentes y a Pepe le encantaba escuchar sus historias.
"¿A dónde vamos hoy, Pabre?" - preguntó Pepe con una sonrisa en el rostro.
"Hoy vamos a construir un cohete y a imaginar que viajamos al espacio, Pepe" - respondió su Pabre, guiñándole un ojo.
Empezaron a recolectar materiales del taller de Pabre. Había cajas vacías, tubos de cartón, y un montón de cosas que parecían chatarra, pero que para Pabre eran tesoros.
"¡Mirá, aquí hay una botella de gaseosa vacía! Esto puede ser la parte del motor" - dijo Pepe, entusiasmado.
"¡Exactamente! ¡Muy bien, muchacho! Y estos tubos de cartón van a ser el fuselaje" - contestó Pabre.
Poco a poco, fueron armando el cohete, llenándolo de imaginación y risas. Mientras trabajaban, Pabre le contó a Pepe sobre las estrellas y los planetas.
"¿Cómo es que hay tantos planetas, Pabre?" - preguntó Pepe, mirando hacia arriba como si esperara ver alguno.
"Hay muchísimos. Algunos son gigantes, como Júpiter, y otros son pequeños como Mercurio. Cada uno tiene su propia historia; incluso hay planetas donde la lluvia es de diamantes" - dijo su Pabre, sonriendo.
De repente, mientras buscaban más materiales en el taller, se escuchó un ruido extraño.
"¿Qué fue eso?" - preguntó Pepe, un poco asustado.
"No te preocupes, seguro es algo divertido" - respondió Pabre con confianza.
Decidieron investigar el ruido y se encontraron con un viejo ventilador que había estado guardado.
"¡Mirá! ¡Esto puede ser el sistema de refrigeración de nuestro cohete!" - exclamó Pabre.
"¿De verdad? ¡Qué genial!" - dijo Pepe, ya olvidándose del susto.
Con el ventilador, el cohete estaba quedando increíble. Pero el tiempo pasaba y ya era tarde.
"Tal vez deberíamos seguir mañana" - sugirió Pepe, mientras miraba el reloj.
"No, Pepe. Es el momento perfecto para lanzar nuestro cohete. ¡Vamos a hacer un contador de lanzamiento!" - contestó su Pabre, emocionado.
Juntos contaron en voz alta:
"¡Tres, dos, uno… despegue!"
Y pegaron un salto mientras el ventilador comenzó a girar, haciendo ruido.
"¡Despegamos! ¡Estamos en el espacio!" - gritó Pepe, riendo a carcajadas.
Después de unos minutos de juego, se sentaron en el taller, cansados pero felices.
"Pabre, esto fue increíble. Nunca había hecho algo así" - dijo Pepe mientras se dejaba caer en una silla.
"Eso es porque la imaginación no tiene límites, Pepe. Así como nosotros inventamos este cohete, también podemos inventar cualquier cosa en la vida" - le respondió su Pabre.
Al final del día, Pepe aprendió que a veces las aventuras no están en un lugar lejano, sino en la creatividad y en las historias que creamos juntos con las personas que amamos.
Mientras se despedían y Pepe se preparaba para ir a casa, abrazó a su Pabre.
"Gracias, Pabre. Hoy fue un día muy especial" - le dijo.
"Y lo será siempre que estemos juntos, Pepe" - respondió su Pabre, acariciándole la cabeza.
Esa noche, Pepe se fue a la cama soñando no solo con cohetes y planetas, sino con todas las aventuras que vendrían junto a su Pabre, y sabiendo que la imaginación podía llevarlo muy lejos, incluso al espacio.
Y así, Pepe aprendió que siempre hay algo nuevo por descubrir, y que con amor y creatividad, el cielo es el límite.
FIN.