Pepe y los dragones juguetones


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Alegre, un valiente y bondadoso joven llamado Pepe.

Pepe era conocido por todos en el pueblo como el defensor de los niños, ya que siempre estaba listo para luchar contra los dragones que se metían por las chimeneas de cada casa en busca de juguetes. Todas las noches, Pepe salía con su espada y su escudo a enfrentarse a los feroces dragones.

Los vecinos lo admiraban y le agradecían por protegerlos de esas criaturas tan temibles. Pero lo que nadie sabía era lo que ocurría cuando caía la noche y todos estaban dormidos.

Una noche, luego de una intensa batalla contra un grupo de dragones, Pepe se sintió agotado y decidió descansar un poco antes de regresar a su casa. Se recostó en el césped bajo la luz de la luna y cerró los ojos. Fue entonces cuando escuchó unos susurros cerca de él.

"¿Está despierto?", preguntaba una vocecita dulce. Pepe abrió los ojos sorprendido y vio a un pequeño dragón frente a él.

El dragón no parecía ser tan feroz como los demás; tenía grandes ojos brillantes y una sonrisa amigable en su rostro escamoso. "Sí, estoy despierto", respondió Pepe con cautela. "¿Qué haces aquí?"El pequeño dragón explicó que ellos solo querían jugar con los niños del pueblo, pero tenían miedo de acercarse durante el día por temor a ser atacados.

Por eso venían por las noches en busca de diversión. Pepe se dio cuenta entonces de que había estado equivocado todo ese tiempo al pensar mal de los dragones. Eran criaturas inocentes que solo buscaban compañía y entretenimiento.

Desde esa noche, Pepe cambió su actitud hacia los dragones. En lugar de enfrentarlos con violencia, decidió enseñarles cómo jugar sin asustar a nadie.

Les mostraba juegos divertidos y les hablaba sobre la importancia del respeto hacia los demás. Los niños del pueblo pronto descubrieron la verdad sobre los dragones gracias a Pepe. Dejaron de tenerles miedo y comenzaron a jugar juntos todas las noches bajo la luz de la luna.

La alegría volvió a Villa Alegre gracias al esfuerzo y bondad del valiente Pepe.

Y así, cada noche se podía ver a Pepe rodeado de risas infantiles mientras enseñaba a cuidar y respetar a esos simpáticos dragones que ahora eran amigos inseparables para todos en el pueblo.

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