Pepita Arcade y la Playa de las Palmitas



Había una vez en la Playa de las Palmitas, una Pac-man Arcade llamada Pepita. Pepita era muy especial porque tenía unas nalgas chucas que le ayudaban a dar saltos más altos y correr más rápido que las demás Pac-man.

Un día soleado, mientras Pepita estaba disfrutando del mar y la arena, vio a lo lejos un grupo de cangrejitos jugando en la orilla.

Se acercó corriendo para unirse a ellos, pero al dar un salto, ¡plop! Se hizo cacota con sus nalgas chucas. Pepita se sintió avergonzada y triste. Los cangrejitos se rieron y se burlaron de ella. Pero entonces apareció el sabio Delfín Dorado, quien había visto todo desde el agua cristalina.

"No llores, Pepita", dijo el Delfín Dorado con voz suave. "Tener un accidente no te hace menos especial. Tus nalgas chucas son únicas y te dan habilidades increíbles". Pepita secó sus lágrimas y decidió seguir el consejo del Delfín Dorado.

Comenzó a practicar en la playa, saltando obstáculos cada vez más altos y corriendo carreras contra las olas. Pronto descubrió que podía hacer cosas asombrosas gracias a sus nalgas chucas.

Un día, cuando una ola gigante amenazaba con llevarse los castillos de arena de los niños, Pepita no dudó en actuar. Con un salto espectacular, logró detener la ola justo a tiempo y salvar los castillos.

Los niños aplaudieron emocionados y los cangrejitos pidieron perdón por haberse burlado antes. Desde ese día, Pepita fue reconocida como una heroína en la Playa de las Palmitas.

La moraleja de esta historia es que todos tenemos algo especial que nos hace únicos, aunque a veces tengamos accidentes o nos sintamos diferentes. Lo importante es creer en nosotros mismos y aprender a sacar lo mejor de nuestras cualidades para hacer cosas increíbles.

Y así, Pepita Arcade siguió disfrutando del sol, la arena y el mar; siempre recordando que ser diferente es lo que la hacía realmente especial.

FIN.

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