Pepito en la Granja
Era un día soleado cuando Pepito llegó a la granja de su abuelo. El pequeño estaba emocionado, no solo porque iba a pasar tiempo con su abuelo, sino también porque iba a aprender a cuidar de los animales.
Sin embargo, al principio, se sintió un poco desanimado al ver que había mucho trabajo por hacer. "No puedo, abuelo, es demasiado difícil" - se quejó Pepito.
"Mi niño, todo en la vida tiene un lado opuesto, lo fácil y lo difícil. No debes rendirte" - le respondió su abuelo con una sonrisa. Pepito escuchó atento y, decidido, se puso a trabajar. Juntos alimentaron a las gallinas, ordeñaron a la vaca y jugaron con los patitos en el estanque.
Cada tarea, aunque dura, le enseñaba algo nuevo. Así fue como Pepito hizo amistad con cada animal, comprendiendo que la ayuda y el trabajo eran dos caras de la misma moneda.
Pero el momento más emocionante llegó cuando Pepito vio que había un pequeño pato atrapado en un arbusto. "¡Abuelo, hay que ayudarlo!" - exclamó. "Eso es correcto, Pepito" - contestó su abuelo. Con cuidado, ambos liberaron al pato y este, feliz, nadó en el estanque.
Pepito no solo había aprendido a trabajar, sino también que ayudar es un acto noble y necesario.
Con el sol poniéndose detrás de ellos, Pepito sintió en su corazón que ser útil para los demás era, sin duda, una de las mejores lecciones que su abuelo le había podido enseñar.
FIN.