Pepito, mi nuevo amigo



Francisco se despertó con una sensación extraña en su cuerpo. Tenía frío, pero al mismo tiempo sudaba como si hubiera corrido una maratón. Además, su garganta le dolía y no podía dejar de toser.

- Mamá, ¿qué me está pasando? -preguntó Francisco preocupado. - Parece que tienes fiebre y un poco de gripe, hijo. No te preocupes, vamos a cuidarte para que te sientas mejor pronto -respondió la mamá de Francisco con una sonrisa tranquilizadora.

Francisco se sentía muy mal por estar enfermo y tener que quedarse en casa mientras sus amigos seguían jugando afuera. Pero su mamá le aseguró que lo mejor era descansar y tomar mucha agua para recuperarse más rápido.

Los días pasaron y aunque Francisco tomaba sus medicinas y hacía todo lo que su mamá le decía, no parecía mejorar mucho. Se aburría estando todo el día en la cama viendo televisión o leyendo libros.

Quería sentirse mejor para poder divertirse otra vez. Una tarde, mientras estaba acostado mirando hacia el techo, escuchó un ruido extraño que venía del patio trasero. Se asomó por la ventana y vio a unos pájaros cantando juntos en un árbol cercano.

La belleza del momento hizo que se olvidara por un instante de su malestar. - ¡Mamá! -gritó emocionado-. Vení a ver esto, es hermoso! La mamá de Francisco se acercó corriendo al cuarto para ver qué había pasado.

Al ver a los pájaros cantando juntos en el árbol, sonrió y le preguntó a Francisco:- ¿Te gustaría tener un pájaro como mascota? - ¡Sí! -contestó Francisco con entusiasmo-. Me encantaría tener uno.

La mamá de Francisco pensó que quizás tener una mascota ayudaría a su hijo a sentirse mejor y distraerlo. Así que juntos buscaron información sobre qué tipo de ave sería adecuada para ellos y cómo cuidarla correctamente. Finalmente, decidieron adoptar un pequeño canario llamado Pepito.

Desde el primer día, Francisco se sintió más animado al ver a su pequeña mascota cantando en la jaula.

Le daba agua fresca y comida todos los días, le limpiaba la jaula y lo observaba mientras saltaba de una percha a otra. Con el tiempo, Francisco comenzó a sentirse mejor gracias al amor que tenía por su nueva mascota. La fiebre desapareció poco a poco y la tos se fue atenuando hasta desaparecer por completo.

Se dio cuenta de que estar enfermo no era divertido, pero había aprendido mucho durante ese tiempo. Ahora sabía cómo cuidar de un animalito y lo feliz que podía hacerlo sentir.

Además, valoraba más las cosas simples como la belleza del canto de los pájaros o el tiempo compartido con sus seres queridos. Y lo más importante: se sentía listo para volver a jugar con sus amigos afuera.

A partir de ese momento, Francisco decidió compartir su experiencia con otros niños enfermos para inspirarlos también en momentos difíciles. Y así descubrió que siempre hay algo positivo en cada situación difícil si uno sabe buscarlo con atención y paciencia.

FIN.

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