Pepito y el río de aventuras
Era una mañana soleada en el pequeño pueblo de Villa Alegría, donde vivía Pepito, un niño curioso y aventurero. Un día, mientras jugaba en el jardín, escuchó un murmullo que provenía del río cercano.
"- ¡Hola, río! ¿Qué tenés de nuevo para mí hoy?" - gritó Pepito, emocionado.
Decidió acercarse para explorar. El río brillaba como si estuviera lleno de estrellas. Pepito miró a su alrededor y vio a sus amigos: Carla, Lucas y Nacho.
"- ¿Vamos a jugar al río?" - preguntó Pepito.
"- ¡Sí!" - dijeron todos al unísono y juntos corrieron hacia la orilla.
Mientras jugaban, comenzaron a saltar de piedra en piedra. De repente, Pepito resbaló y cayó al agua. Rescatado por su amigo Lucas, el niño se rió nerviosamente.
"- ¡Eso estuvo cerca!" - exclamó Pepito.
"- Tené cuidado, Pepito. Hay que jugar pero con precaución" - le aconsejó Carla, con una sonrisa compasiva.
Pepito asintió y prometió ser más cuidadoso. Pero, no obstante, la emoción del río lo invadía. Un poco más adelante, encontraron una pequeña canoa abandonada. Decidieron llevarla hasta el agua, y, con mucho entusiasmo, comenzaron a remar.
"- ¡Miren, avistamos un grupo de patos!" - gritó Nacho, señalando a los patitos que nadaban a su lado.
"- Son tan lindos, dejemos que se acerquen" - sugirió Lucas. Los patos se acercaron curiosos, y los niños les ofrecieron pedacitos de pan que habían traído.
Pero pronto un fuerte viento comenzó a soplar, arrastrando la canoa un poco más lejos de la orilla. Pepito sintió un escalofrío de miedo al ver que se alejaban.
"- ¡Ay, no! ¡Nos estamos yendo!" - gritó Pepito, aferrándose al borde de la canoa.
"- ¡No te preocupes! Nademos de regreso!" - dijo Lucas, tratando de mantener la calma. Juntos secaron un poco los remos y comenzaron a remar con todas sus fuerzas.
"- ¡Vamos, chicos! Un, dos, tres... ¡rememos!" - gritó Carla, llenando de energía a todos. Empezaron a remar juntos, y poco a poco, la orilla se iba acercando.
Finalmente, lograron alcanzar un lado del río, drenados pero felices. Pepito respiró hondo, sintiéndose muy agradecido.
"- ¡Lo logramos!" - exclamó, sonriendo a sus amigos. "- Aprendí que la naturaleza puede ser maravillosa, pero también debemos cuidarnos y respetarla."
"- ¡Exactamente!" - respondió Carla, mirando el agua que brillaba al sol. "Cada aventura nos enseña algo nuevo."
"- Sí, y no olvidemos que siempre hay que jugar con precaución" - agregó Lucas, riéndose mientras descartaba una piedra que había quedado en su zapato.
Pepito, Carla, Lucas y Nacho se sentaron a descansar, riendo y contando historias sobre sus aventuras. El día terminó con promesas de muchas más exploraciones por venir, pero siempre con la lección de ser cuidadosos, respetar la naturaleza y disfrutar de cada momento juntos.
Así, el río no solo se convirtió en su lugar favorito de juego, sino también en un maestro de aventuras y amistad. Y cada vez que el murmullo del agua se escuchaba, Pepito sonreía, sabiendo que, aunque podría haber desafíos, siempre habría algo nuevo que aprender y amigos con quienes compartirlo.
FIN.