Pepito y el valor de hablar
Había una vez en un pequeño barrio de Buenos Aires un niño llamado Pepito. Pepito era un chico alegre, lleno de energía y siempre acompañado de su bicicleta. Sin embargo, había un secreto que lo llenaba de miedo. Su padrastro, a veces le hacía cosas que no le gustaban y Pepito no sabía cómo decírselo a nadie.
Un día, mientras pedaleara por el parque con su mejor amigo Lucas, no pudo evitar mostrar su preocupación.
"¿Todo bien, Pepito? Parecés preocupado" - le preguntó Lucas.
"No sé, Lucas. A veces me siento raro en casa..." - respondió Pepito, mirando al suelo.
Lucas, siempre atento, lo animó a contarle.
"Che, si hay algo que te preocupa, tenés que decírmelo. Estoy aquí para ayudarte" - insistió.
Esa noche, Pepito no pudo dormir. Miró hacia el techo y pensó en lo que su amigo le había dicho.
"Quizás debería hablar con alguien..." - pensó.
Decidido a no dejar que el miedo lo dominara más, al siguiente día fue a la escuela y se acercó a su maestra, la señora Ana, que siempre le había mostrado que se podía confiar en ella.
"Seño, ¿puedo hablar con usted en privado?" - pidió, sintiendo que el corazón le latía fuerte.
La señora Ana, con una sonrisa amable, le respondió.
"Claro, Pepito. ¿Qué pasa?"
Una vez solos, Pepito comenzó a contarle lo que le estaba sucediendo.
"No sé cómo explicarlo, pero a veces mi padrastro hace cosas que me incomodan y siento miedo" - confesó.
La señora Ana lo escuchó atentamente, y le explicó que nadie debería hacerle sentir así.
"Pepito, lo que me cuentas es muy serio y es importante que te sientas seguro. Yo te ayudaré. No tenés que tener miedo" - dijo, mientras le daba una palmadita en la espalda.
Ambos decidieron que lo mejor era hablar con la mamá de Pepito. Más tarde ese día, la señora Ana se reunía con ella y Pepito, explicando la situación.
La mamá de Pepito estaba muy preocupada.
"Pepito, gracias por decirme esto. No tenés que sentirte mal ni tener miedo. Nunca es tu culpa si alguien hace algo malo".
Con el apoyo de su mamá y su maestra, Pepito se sintió más fuerte. De inmediato, decidieron buscar ayuda de un profesional, y poco a poco, Pepito comenzó a sanar.
"Me siento más seguro ahora" - decía con una gran sonrisa.
Con el tiempo, Pepito entendió que el miedo no es algo que debamos mantener en secreto, y que hablar con confianza puede llevarnos hacia la ayuda y el apoyo que necesitamos.
Así que, llenos de nuevos comienzos, Pepito y su madre establecieron un ambiente lleno de amor, donde él podía ser feliz y disfrutar de su infancia. Juntos, descubrieron que la familia debe ser un lugar donde nunca se sienta miedo.
Y así, Pepito, montando su bicicleta entre risas con Lucas, sabía que siempre había un camino hacia la valentía que comienza con una simple conversación.
FIN.