Pepito y su lección de maíz
Había una vez en un hermoso campo verde, un pequeño pollito llamado Pepito. Pepito era un pollito muy curioso y juguetón, siempre estaba explorando y buscando nuevas aventuras.
Pero había algo que lo obsesionaba más que nada en el mundo: ¡el maíz! Desde que nació, Pepito soñaba con probar ese delicioso alimento amarillo que tanto veía a su alrededor.
Un día, mientras sus hermanitos correteaban por el campo, Pepito se acercó a la cerca que separaba su hogar de un extenso sembradío de maíz. Miraba fijamente los granos amarillos y relucientes, sintiendo cómo le rugía la pancita de hambre. "¡Ay, qué rico se ve ese maíz! Quiero probarlo", pensaba Pepito para sí mismo.
Decidido a cumplir su deseo, Pepito decidió escaparse del corral y aventurarse en el sembradío de maíz. Sin pensar en las consecuencias, empezó a picotear uno tras otro los jugosos granos amarillos.
Estaba tan concentrado en comer que no se dio cuenta de que estaba entrando cada vez más profundo en el campo. De repente, escuchó unos pasos pesados acercándose rápidamente hacia él. Era Don Toro, el dueño del campo de maíz.
"¡Pepito! ¿Qué estás haciendo aquí? Este es mi campo y estás destrozando mi cosecha", bramó Don Toro con voz amenazante. Pepito se asustó tanto que salió corriendo lo más rápido que pudo entre las plantas altas de maíz. Don Toro lo persiguió furioso detrás de él.
El pequeño pollito corría sin parar, esquivando obstáculos y buscando desesperadamente una salida. Finalmente llegó a un rincón del campo donde encontró una vieja madriguera abandonada por algún conejo.
Sin pensarlo dos veces, Pepito se metió dentro y esperó temblando a que Don Toro pasara de largo. El toro bufaba fuera de la madriguera sin poder entrar debido a su tamaño. Pasaron algunas horas hasta que finalmente todo quedó en silencio.
Con mucho cuidado y sigilo, Pepito salió de la madriguera y regresó al corral donde lo esperaban ansiosos sus hermanitos. Desde ese día, Pepito aprendió una importante lección: nunca debía actuar impulsivamente sin pensar en las consecuencias.
Aunque seguía soñando con comer maíz algún día, entendió que debía hacerlo con responsabilidad y respeto hacia los demás.
Y así fue como nuestro valiente pollito vivió muchas más aventuras emocionantes pero siempre recordando aquel día en el campo de maíz donde aprendió una valiosa lección sobre la importancia de ser prudente y reflexionar antes de actuar.
FIN.