Pepito y su Poder Especial



En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía un niño llamado Pepito. A primera vista, parecía un niño común, pero Pepito tenía un poder muy especial: podía agrandar y achicar a los demás. Pepito nunca había usado su habilidad, hasta que un día, se encontró con su mejor amiga, Lucía, quien estaba muy triste porque había perdido su pelotita en el parque.

"¿Qué te pasa, Lucía?" - preguntó Pepito.

"No sé dónde está mi pelotita. Si tan solo pudiera hacer un poco más grande el parque, ¡seguro la encontraría!" - respondió Lucía, sollozando.

Tal vez Pepito encontró una oportunidad para ayudar. Así que, sin pensarlo dos veces, pensó en agrandar el parque. Con un movimiento de su mano, ¡el parque empezó a crecer!"¡Mirá, Lucía!" - gritó Pepito.

"¡Es impresionante!" - exclamó Lucía mientras corría por el nuevo y enorme parque.

Pero algo extraño ocurrió. Los árboles crecieron tanto que sus copas empezaban a chocar entre sí y los columpios se volvieron gigantes y difíciles de usar.

"¡Ay, Pepito! ¡Parece que el parque ahora es un lugar peligroso!" - dijo Lucía asustada.

Pepito se preocupó. No quería que su magia causara problemas. Pensó en achicar el parque de nuevo, cuando de repente, una idea brillante se le ocurrió. ¿Por qué no invitar a todos sus amigos para jugar en este nuevo parque gigante? Así, Pepito empezó a llamar a todos sus compañeros.

"¡Chicos, vengan al parque! ¡Hicimos algo grande!" - gritó.

Los amigos llegaron emocionados. A pesar de que el parque era un poco caótico, se las ingeniaron para jugar en medio de todo. Pepito se dio cuenta de que lo que parecía un problema al inicio, se estaba convirtiendo en una gran aventura.

Sin embargo, justo cuando todos se estaban divirtiendo, comenzó a llover y se corrieron a esconder bajo un enorme árbol que, por suerte, era el más grande del parque agigantado.

"¡Pepito, achícalo un poco, así podemos volver a nuestro tamaño y salir a jugar!" - gritó uno de sus amigos.

Esta vez, Pepito decidió probar otra forma de usar su poder. En vez de achicar a todos, empezó a achicar cosas que no eran personas, como el agua de las charcas que se había formado.

"¡Miren! Ahora podemos jugar en la lluvia sin mojarnos tanto!" - dijo.

Los chicos empezaron a saltar en los charcos pequeños con alegría. Pepito aprendió algo importante: no siempre había que usar su poder para cambiar a los demás, a veces era mejor usarlo para crear situaciones divertidas donde todos pudieran disfrutar.

Después de un rato, la lluvia cesó y decidieron hacer una carrera en el parque. Fue un gran día, lleno de risas y juegos. Pepito comprendió que su poder no sólo era para ayudar, sino también para hacer que los demás se sintieran felices.

"Si algún día vuelvo a tener un problema, solo tendré que pensar en cómo podemos solucionarlo juntos, en equipo" - dijo Pepito, mirando a todos sus amigos sonrientes.

Desde ese día, hizo un pacto con sus amigos: siempre buscar soluciones juntos y no depender solamente de su poder especial. Pepito se convirtió en un gran líder en su grupo, y aunque nunca dejó de ser un poco travieso con su poder, siempre lo usó de forma que todos estuvieran incluidos en la diversión.

Y así, Pepito descubrió que el verdadero poder de agrandar y achicar no era sólo una habilidad mágica, sino la capacidad de hacer sentir felices a los demás y crear momentos inolvidables juntos.

La historia de Pepito y su poder especial quedó grabada en el corazón de todos los chicos, y aunque nunca se volvieron a encontrar con un parque tan gigante, siempre recordaron las aventuras que vivieron aquel día lluvia y sol.

FIN.

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