Pepito y su Viaje a la Luna
Érase una vez un niño llamado Pepito, que vivía en un pequeño pueblo. Desde muy pequeño, había soñado con viajar a la luna. Pasaba horas mirando al cielo estrellado, preguntándose qué habría allá arriba. Pero cada vez que compartía su sueño, todos a su alrededor se reían.
"¡Pepito, eso es imposible!" - le decía su vecino, el señor Gómez, riéndose a carcajadas.
"Tenés que poner los pies en la tierra, Pepito" - le advertía su maestra, doña Clara, al ver sus dibujos de cohetes.
Un día, mientras estaba en el parque repleto de niños, Pepito reunió el valor para contarles su sueño a sus amigos.
"Chicos, quiero viajar a la luna" - les dijo, con los ojos brillantes.
"¡Qué loco!" - exclamó Tomi, su mejor amigo.
"¿Cómo se te ocurre?" - preguntó Ana, su amiga de la pelea en el recreo.
"No sé, pero tengo una idea..." - respondió Pepito, emocionado.
Los amigos de Pepito, Tomi y Ana, decidieron apoyarlo.
"No importa qué digan los demás, nosotros te ayudaremos" - dijo Ana, mientras sostenía una hoja de papel.
"Sí, vamos a construir una nave espacial" - agregó Tomi, con una sonrisa.
Dicho y hecho, Pepito y sus amigos se pusieron manos a la obra. Buscaron cartones, botellas de plástico y muchas cosas más que encontraron en la casa de Pepito. Juntos, construyeron una increíble nave espacial. Le pusieron luces de colores y dibujaron estrellas en la parte de afuera.
Finalmente, llegó el gran día. Pepito, con su traje de astronauta hecho con una manta y un casco de cartón, estaba listo para despegar.
"¡Preparados para el lanzamiento!" - gritó, mientras se subía a la nave.
"3... 2... 1... ¡Despegue!" - contaron sus amigos mientras lo empujaban suavemente por la ladera de la colina.
La nave avanzó deslizándose por la hierba, y aunque solo fue un paseo, Pepito cerró los ojos y se imaginó volando hacia la luna. En su mente, estaba viviendo la aventura más increíble del mundo.
"Mirá, estamos pasando por las nubes, ¡ya casi llegamos!" - decía Pepito, emocionado.
Pero justo en ese momento, una ráfaga de viento sopló fuerte, llevando consigo un par de globos que habían atado a la nave. Todos se quedaron mirando asombrados.
"¡No! ¡Se llevan nuestra nave!" - gritó Ana.
Pepito no se dio por vencido.
"No podemos dejar que se vayan así nomás" - dijo.
"¿Qué haremos?" - preguntó Tomi, con preocupación.
Pepito pensó un momento y surgió una nueva idea.
"¡Vamos a usar los globos como si fueran nuestros cohetes!" - propuso.
"¡Sí! ¡Hay que atarlos de nuevo!" - dijo Ana.
Trabajaron en equipo, atando los globos y sujetando la nave. Finalmente, volvieron a montarse en ella, y en su cabeza, imaginaron que ahora sí estaban volando al espacio.
"¡Miren! ¡Los asteroides!" - gritaba Pepito con alegría, mientras sus amigos aplaudían emocionados.
Después de un rato de juego, decidieron aterrizar la nave en el mismo lugar de donde habían despegado.
"Fue una aventura increíble, aunque sólo llegamos a la colina" - dijo Pepito, riéndose.
"Sí, pero lo importante es que soñamos y creamos juntos" - agregó Tomi.
"¡Y nunca debemos rendirnos!" - concluyó Ana, abrazando especialmente a Pepito.
Desde ese día, Pepito comprendió que no importa las opiniones de los demás. Lo importante es creer en uno mismo y contar con amigos que te apoyen en tus sueños. Y aunque no viajaran a la luna, habían vivido una experiencia inolvidable.
Así que Pepito siguió soñando, pensando en su próximo gran viaje. Quizá una aventura a Marte, o al fondo del mar. Lo único seguro era que, con sus amigos a su lado, ¡todo era posible!
Fin.
FIN.