Perdidos en el Bosque Nevado
El viento aullaba como un lobo solitario mientras cinco amigos se adentraban en el bosque nevado. Lucas, Sofía, Diego, María y Mate habían decidido pasar el día explorando el espeso bosque cubierto de nieve.
"¡Miren qué lindo el paisaje!" - exclamó Sofía, admirando cómo la luz del sol brillaba sobre la nieve.
"¡Es un lugar mágico!" - respondió Lucas con los ojos bien abiertos.
Los amigos se divirtieron haciendo bolas de nieve y arrojándolas unos a otros. Sin embargo, después de un rato, decidieron adentrarse más en el bosque.
"Che, ¿no creen que deberíamos volver?" - sugirió Diego, preocupado por perderse.
"¡No seas miedoso! ¡Esto es una aventura!" - contestó María, emocionada.
Y así, continuaron caminando. Pero el bosque se volvía más espeso y el viento más fuerte. Las conversaciones se volvieron en murmullos entre ellos.
"¡Esperen! Creo que ya no sé por dónde vinimos" - dijo Mate, señalando a su alrededor.
"Pero, ¡no puede ser!" - dijo Lucas, palideciendo.
"Vamos a seguir el sendero que encontramos antes, seguro volvemos a la cabaña" - sugirió Sofía, con determinación.
Comenzaron a seguir el sendero, pero la nieve tapaba muchas huellas. De repente, el grupo escuchó un ruido extraño.
"¿Escucharon eso?" - preguntó Sofía, mirando alrededor con inquietud.
De la nada, apareció un pequeño zorro que se acercó a ellos. Tenía un aspecto curioso y juguetón.
"¡Mirá! - dijo María - Parece que quiere que lo sigamos."
"Pero, ¿y si nos lleva a un lugar peligroso?" - se preocupó Diego.
"O puede que sea nuestra guía. ¿Qué creemos?" - preguntó Mate, entusiasmado, mientras se acercaba al zorro.
Sin pensarlo dos veces, decidieron seguir al zorro por un sendero que se hizo cada vez más claro. Pasaron por árboles enormes cubiertos de nieve y pequeños arroyos congelados.
"Esto está buenísimo! El zorro sabe lo que hace" - dijo Lucas, mientras corría detrás de él.
Después de un rato, el zorro se detuvo y miró hacia atrás, como si estuviera esperando a que ellos lo alcanzaran. Al llegar a una colina, los amigos vieron desde allí el increíble paisaje de todo el bosque.
"¡Guau!" - exclamó Sofía. "¡Es hermoso!"
Pero en ese momento, una nube oscura oscureció el sol, y de repente comenzó a nevar más intensamente.
"¡No! Esto está empeorando!" - gritó Diego, comenzando a sentirse nervioso.
"No te preocupes, vamos a encontrar el camino de vuelta. Solo debemos seguir al zorro" - dijo María, intentando calmar a su amigo.
Sin embargo, el pequeño zorro se dio la vuelta y desapareció entre los árboles.
"¡Espera! No te vayas!" - gritó Mate.
"¡Ya no sabemos a dónde ir!" - lloró Sofía, sintiendo que la aventura se había vuelto aterradora.
"No, no, no. No podemos rendirnos" - intervino Lucas. "Recordemos cómo llegamos hasta aquí. Pensemos. Al principio, seguimos un camino y luego encontramos al zorro. Tal vez deberíamos volver a donde lo vimos."
Después de un corto debate, decidieron regresar a la última ubicación donde habían visto al zorro. Caminando con cuidado y manteniendo la calma, notaron que la nieve comenzaba a disminuir y, a lo lejos, vieron el destello familiar de la cabaña que habían dejado atrás.
"¡Allí está!" - exclamó María con alegría.
"¡Lo logramos!" - gritaron todos juntos, llenos de entusiasmo.
Al llegar, no solo se sintieron aliviados, sino que también se dieron cuenta de lo mucho que habían aprendido sobre la importancia de la comunicación y el trabajo en equipo.
"Nunca más subestimemos el bosque, ¿sí?" - dijo Sofía, sonriendo a sus amigos.
"Y siempre recordemos a nuestro pequeño zorro amigo que nos guió" - añadió Diego, observando por la ventana hacia el bosque.
Mientras el viento seguía aullando, ellos se dieron cuenta de que en las aventuras la amistad y el apoyo mutuo son los mejores ingredientes para superar cualquier obstáculo. Y así, prometieron compartir más aventuras juntos, pero esta vez con un poco más de precaución.
La amistad había triunfado en el frío bosque nevado, y con su corazón cálido, decidieron que cada día puede ser una nueva aventura, siempre que estén juntos.
FIN.