Perico, el ladrillo soñador
Había una vez en un bullicioso taller de construcción, un ladrillo bebé llamado Perico. Pero no era un ladrillo cualquiera; Perico soñaba con convertirse en uno de los mejores comerciantes del país. Mientras otros ladrillos soñaban con ser parte de grandes edificios, Perico anhelaba aprender a vender y negociar.
Un día, mientras descansaba sobre una mesa, escuchó a un grupo de ladrillos hablando sobre su futura vida en una hermosa casa.
"Yo quiero ser parte de un castillo grande y majestuoso!" - exclamó uno.
"Yo prefiero ser parte de una escuela, donde los niños pueden aprender," - dijo otro.
Perico se sintió un poco diferente, aunque no dejó que eso lo desanimara.
"¿Y si yo pudiera vender ladrillos y ayudar a construir sueños?" - pensó mientras se imaginaba rodeado de compradores felices.
Un día, decidió que tenía que hacer algo. Se acercó a su amigo, el Martillo tío Mateo, conocido por ser muy ingenioso y sabio.
"Tío Mateo, quiero aprender a ser un buen comerciante. ¿Me puedes ayudar?" - preguntó con entusiasmo.
"Por supuesto, Perico. Todo comienza con la confianza en uno mismo y la capacidad de escuchar. Primero debemos encontrar lo que la gente necesita y ofrecerles soluciones!" - respondió Mateo con una sonrisa.
Perico, emocionado, empezó a practicar. Se disfrazó de comerciante con un pequeño sombrero de papel y comenzó a hablar con otros ladrillos.
"¿Qué necesitan? ¡Podemos encontrar grandes ofertas juntos!" - ofrecía a cada ladrillo que pasaba. Los demás ladrillos se reían, pero Perico no se dio por vencido.
Un día llegó el gran evento de la construcción de la ciudad, y todos los ladrillos estaban entusiasmados por ser seleccionados para importantes proyectos. Perico decidió que era su oportunidad.
"¡Voy a montar un pequeño puesto de ventas para mostrar las maravillas que un ladrillo como yo puede hacer!" - dijo con determinación.
El día del evento, Perico armó su puesto. Tenía carteles coloridos y ladrillos de distintos tamaños en exhibición. Al principio, pocos ladrillos pararon a mirarlo.
"No miren solo mi tamaño, ¡miren lo que puedo ofrecerles!" - gritó con alegría.
"Soy pequeño, pero tengo grandes ideas!"
Gradualmente, más ladrillos se acercaron a su puesto. Perico comenzó a compartir su visión.
"Cada ladrillo, por pequeño que sea, tiene un gran potencial. Imaginemos juntos lo que se puede construir y cómo podemos trabajar, no solo para nosotros, sino para todos!"
Los ladrillos empezaron a interesarse por sus palabras.
"¡Eso suena genial! Nunca pensamos en nuestra unión como un equipo!" - decía uno, entusiasmado.
Con el tiempo, Perico logró vender no solo ladrillos, sino también ideas sobre cómo trabajar juntos y construir un futuro mejor. Se hizo famoso en el taller por su entusiasmo y capacidad para unir a los ladrillos para realizar grandes proyectos.
Sin embargo, un día, una tormenta se desató y el taller sufrió muchos daños. Algunos ladrillos empezaron a perder esperanza.
"¿Qué haremos ahora? Ya no somos útiles..." - se lamentaba uno.
Perico, confundido, se acercó a ellos.
"¡No se rindan! Este es el momento perfecto para mostrar cómo podemos reconstruir juntos. ¡Nuestra historia no acaba aquí!"
Los ladrillos se sintieron inspirados y comenzaron a trabajar codo a codo, liderados por Perico. Se sentaron a discutir ideas sobre cómo restaurar el taller y hacerlo mejor que antes.
"¡Podemos hacer una nueva tienda donde los ladrillos se vendan a precio justo!" - sugirió uno.
"¡Y construir un espacio donde más ladrillos puedan aprender a comerciar!" - dijo otro.
Así, con el trabajo en equipo y la determinación de Perico, el taller se revitalizó. Perico se convirtió no solo en un comerciante, sino en un líder que sabía unir a todos los ladrillos, demostrando que el tamaño no importa, sino el corazón y la pasión que se ponen en lo que hacemos.
Desde entonces, el ladrillo bebé Perico siguió soñando y trabajando, no solo por sí mismo, sino por todos los ladrillos que quería ayudar a brillar. Y aprendió que, a veces, los sueños más grandes nacen de los corazones más pequeños.
FIN.