Perrita Mala Quiere Amigotes
Había una vez en un barrio lleno de colores y alegría, una perra llamada Mala. Aunque su nombre sonaba un poco extraño, en realidad no era mala, solo un poco traviesa. Mala vivía en un hermoso jardín donde jugaba todo el día, pero había un problema: no tenía amigos.
Un día, mientras estaba jugando a correr detrás de su propia cola, decidió que quería hacer amistades. "Quiero tener amigotes con quienes jugar!" pensó. Con esa idea en mente, decidió acercarse a otros animales del barrio.
Primero, se encontró con un grupo de gatos. "Hola, gatos! ¿Quieren jugar conmigo?" preguntó Mala animadamente.
"No, gracias, perra. ¡No nos gusta jugar con perros!" respondieron los gatos, mirando a Mala con desdén.
Mala no se desanimó. Siguió su camino y conoció a un grupo de patos en un charquito. "¡Hola, patos! ¡Quisiera jugar a chapotear con ustedes!" dijo entusiasmada.
"¡Tú no! Eres un perro, y los perros asustan a los patos. Mejor quédate con tus travesuras" quackearon los patos, sin prestarle atención.
Todavía con fe en su corazón, se dirigió hacia el parque donde había un grupo de conejos. "Conejitos, ¿quieran jugar al escondite conmigo?" les preguntó.
"No, perra. Tú te meterías en problemas y nos asustarías. Mejor sigue tu camino" dijeron los conejos, dándole la espalda.
La perrita se sintió triste y un poco frustrada. "¿Por qué nadie quiere jugar conmigo?" se preguntaba mientras se sentaba bajo un árbol.
De repente, un pequeño ratón apareció. "Hola, Mala, ¿por qué estás tan triste?" le preguntó amablemente el ratón.
"Quiero tener amigotes, pero ninguno de ellos quiere jugar conmigo", respondió Mala, con un suspiro.
"Quizás podrías hacer algo diferente. ¿Por qué no intentas ser más amable y jugar a algo que les guste a ellos?" sugirió el ratón.
Mala pensó en ello y decidió intentarlo. Se acercó nuevamente a los gatos y les dijo: "Sé que no les agrado mucho, pero, ¿qué tal si jugamos a la pelota? A mí me encanta y podría ser divertido para todos!"
"¿Una pelota? Puede ser divertido..." respondieron los gatos, intrigados.
Así que Mala llevó a los gatos al parque con una pelota. Jugaron juntos, y, aunque al principio les costó un poco, pronto todos estaban riendo y saltando.
Después, Mala invitó a los patos para que se unieran al juego. "Pueden chapotear cuando quieran, no los asustaré, lo prometo!" dijo.
Y los patos, un poco desconfiados al principio, terminaron salpicando y jugando felices.
Finalmente, se acercó a los conejos y les propuso un juego donde ellos pudieran esconderse y ella los encontraría. "¡Prometo ser muy cuidadosa!" les dijo, y los conejos aceptaron encantados.
Lo que comenzó como una perra solitaria y triste, se convirtió en una gran tarde de risas, juegos y amigos. Mala se dio cuenta de que con un poco de creatividad y amabilidad, se puede abrir el corazón de los demás.
Desde ese día, Mala no solo tenía amigos, sino que también se había convertido en la comunidad más querida del barrio, jugando y compartiendo aventuras con sus amigotes, a quienes jamás dejaría de valorar. Y así, aprendió que ser auténtica y amable puede generar nuevas amistades, sin importar cuán diferente seas.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.
FIN.