Perros perdidos en la ciudad


Había una vez en un barrio de Buenos Aires, dos perritos llamados Nina y Franchu.

Nina era una perra mestiza de tamaño pequeño, con pelaje blanco y negro, mientras que Franchu era un perro raza india de tamaño mediano, con pelaje marrón oscuro. Un día, mientras sus dueños los sacaban a pasear por el parque, se soltaron las correas y salieron corriendo asustados. Los dueños intentaron buscarlos pero no los encontraron por ninguna parte.

Nina estaba muy asustada porque nunca había estado sola en la calle. Franchu trataba de mantenerla tranquila aunque él también estaba preocupado por su situación. "¿Qué vamos a hacer ahora? Estamos perdidos", dijo Nina llorando.

"No te preocupes amiga, yo estoy aquí contigo y juntos encontraremos el camino de regreso a casa", respondió Franchu tratando de animarla. Los dos amigos caminaron sin rumbo fijo durante horas hasta que llegaron a un parque desconocido para ellos.

Allí conocieron a otros perros callejeros que les ofrecieron ayuda para encontrar el camino de regreso a casa. "Lo primero que debemos hacer es buscar comida y agua", sugirió Tito, un perro callejero muy amable.

Así fue como Tito guió a Nina y Franchu hacia una fuente cercana donde pudieron beber agua fresca. Luego les enseñó cómo buscar comida en los lugares adecuados como los restaurantes o las panaderías del barrio.

Mientras tanto, los dueños de Nina y Franchu estaban desesperados buscándolos por todas partes. Colocaron carteles en los postes de luz y pidieron ayuda a sus vecinos para encontrarlos. Un día, mientras caminaban por el barrio, vieron a Nina y Franchu jugando con otros perros callejeros.

Los dueños se emocionaron al ver que sus mascotas estaban bien y los abrazaron con fuerza. "¡Nina! ¡Franchu! ¿Cómo llegaron hasta aquí?", preguntó la dueña de Nina sorprendida.

"Nos perdimos pero gracias a nuestros nuevos amigos pudimos sobrevivir en la calle", respondió Franchu orgulloso. Desde ese día en adelante, Nina y Franchu aprendieron muchas cosas nuevas sobre cómo vivir en la calle. Pero también entendieron lo importante que es tener una casa donde sentirse seguros y protegidos.

Y aunque les encantaba jugar con sus amigos callejeros, nunca más volvieron a escaparse de sus dueños porque sabían que su hogar era el mejor lugar del mundo.

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