Peru, la cerro que amaba a la luna



Érase una vez en los majestuosos cerros de los Andes, vivía Peru, un cerro alto y orgulloso que se alzaba sobre el valle. Todas las noches, Peru contemplaba extasiado el brillo plateado de la luna, que se reflejaba en el lago cercano. Estaba tan enamorado de la luna que suspiros de amor se elevaban hacia ella. La luna, conmovida por el amor de Peru, le sonreía todas las noches, iluminando sus picos con su suave luz. "¡Oh, luna hermosa, qué tristeza me embarga al saber que nunca podré alcanzarte!" se lamentaba Peru mientras la luna lo escuchaba atentamente desde lo alto del firmamento.

Una noche, un curioso zorro de la montaña llamado Cachaña se acercó a Peru y le preguntó: "¿Por qué suspiras tanto, Peru?". "Estoy enamorado de la luna, Cachaña. Anhelo estar a su lado, pero soy solo un cerro, nunca podré alcanzarla", respondió Peru con tristeza. El zorro, con astucia, le sugirió a Peru hablar con el sabio Condor, quien vivía en las alturas y conocía los secretos de los cielos.

Peru decidió seguir el consejo de Cachaña y subió hasta lo más alto de los Andes, donde habitaba el venerable Condor. "Sabio Condor, ¿hay alguna forma en la que pueda estar más cerca de la luna?" preguntó Peru con esperanza en los ojos. El Condor, con una mirada perspicaz, le reveló a Peru el secreto de las escaleras de roca, unas antiguas escaleras talladas en la montaña que llevaban hasta el cielo.

Emocionado, Peru comenzó a esculpir las escaleras con la ayuda de los pumas, cóndores y cóndoritos. Día tras día, trabajaron incansablemente, hasta que finalmente las escaleras estuvieron listas. Con un brillo de determinación en sus laderas, Peru subió los escalones con determinación, dejando atrás la niebla y el viento, hasta alcanzar el brillante firmamento.

Al verlo, la luna sonrió con beneplácito y bajó a abrazar a Peru, envolviéndolo en su cálida luz plateada. Desde entonces, Peru y la luna se acercaron tanto que sus brillos se fusionaron, iluminando juntos las noches de los Andes.

Y así, cada vez que los niños del valle contemplan el resplandor plateado de la luna en los cerros, recuerdan que el amor verdadero puede superar cualquier desafío, incluso la distancia entre la tierra y el cielo.

FIN.

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