Pichi, la pelota maestra
Había una vez una pelota de fútbol muy querida por un grupo de amigos que jugaban en el parque todos los días. Su nombre era Pichi y siempre se sentía feliz cuando la pateaban con fuerza y habilidad.
Pero un día, después de un partido emocionante, Pichi quedó olvidada debajo del sol ardiente. Horas pasaron y Pichi comenzó a sentirse diferente. Su piel blanca y brillante comenzó a oscurecerse y arrugarse.
Se sintió sola y asustada bajo el sol caliente. - ¿Hola? - gritó Pichi - ¿Hay alguien ahí afuera? Pero nadie respondió. - Estoy tan cansada... - dijo Pichi mientras cerraba los ojos.
Cuando finalmente despertó, estaba en un lugar extraño rodeado de cosas nuevas e interesantes. Había pelotas de baloncesto, raquetas de tenis y patines para niños. - Hola amiga - dijo una pelota grande y redonda que parecía ser la líder del lugar - Bienvenida a nuestro hogar.
Mi nombre es Pelotona.
- Hola Pelotona - respondió Pichi tímidamente - ¿Dónde estoy? Pelotona explicó que habían sido donados al centro comunitario para niños necesitados donde podrían jugar juntos en diferentes deportes divertidos durante todo el año sin importar el clima exterior. Pero había algo diferente acerca de esta nueva vida para Pichi: ella no podía ser utilizada como una pelota normal debido a su estado deteriorado por estar al sol durante tanto tiempo.
- Oh no! ¿Qué voy a hacer ahora? Soy inútil aquí... - lamentó Pichi tristemente. - No eres inútil, Pichi - dijo Pelotona con una sonrisa tranquilizadora - Podrás enseñarles a los niños la importancia de cuidar y proteger nuestras pelotas.
Serás un ejemplo para ellos. Pichi no lo había pensado de esa manera antes. Ella se dio cuenta de que su experiencia traumática podría ayudar a otros a aprender algo importante. Y así, Pichi comenzó su nueva vida en el centro comunitario.
A pesar de que ya no podía ser pateada como antes, ella aprendió a amar su nuevo propósito: inspirar y educar a los niños sobre cómo cuidar sus pelotas para que puedan disfrutarlas durante mucho tiempo.
Y todos los días, cuando los niños llegaban al centro comunitario, Pichi estaba allí lista para contarles su historia y darles consejos útiles sobre cómo mantener sus pelotas en buen estado.
Pichi se sintió feliz por haber encontrado una nueva familia y un hogar cálido donde pudiera ser valorada por lo que era: una pelota sabia e inspiradora.
FIN.