Pilocha, La Rama Soñadora



Había una vez, en un bosque encantado lleno de árboles frondosos y coloridas flores, una pequeña rama llamada Pilocha. Ella no era una rama cualquiera; mientras sus compañeras se sentían felices siendo lo que eran, Pilocha soñaba con convertirse en una niña.

- ¡Quiero sentir lo que es jugar, río y correr! - decía Pilocha a sus amigas ramas.

Pero las ramas siempre le respondían: - No podemos ser niñas, Pilocha. Somos ramas, y eso es lo que somos.

Un día, mientras observaba a unas niñas jugando en el claro del bosque, su deseo se hizo aún más fuerte.

- Si tan solo pudiera ser como ellas... - suspiró, mientras se movía al compás del viento.

Al caer la noche, una mariposa mágica llamada Lila se posó sobre ella.

- Te he escuchado, Pilocha. - dijo Lila con una voz suave como el terciopelo. - Tu deseo es muy especial y, aunque no puedo convertirte en una niña, puedo ayudarte a vivir una aventura única.

Pilocha se iluminó. - ¿De verdad? ¿Qué debo hacer?

Lila sonrió y le dijo: - Debes encontrar la magia que hay en ti misma. Busca a la anciana del bosque, ella tiene el poder de mostrarte el camino.

Pilocha, emocionada, comenzó su viaje. En el camino, se encontró con varios animales del bosque: un conejo muy sabio, un búho muy crítico y una tortuga muy lenta.

- ¿A dónde vas, Pilocha? - preguntó el conejo.

- Busco a la anciana del bosque para que me ayude a ser una niña. - respondió con entusiasmo.

- Pero tú ya eres especial, Pilocha. No necesitas cambiar, solo descubrir lo que ya llevas dentro. - le dijo el búho, haciendo un gesto como si fuera un filósofo.

- ¡Sí! - añadió la tortuga lentamente. - A veces, las respuestas están en nuestro corazón.

Pilocha pensó en sus palabras y continuó su viaje. Finalmente, llegó a la cueva donde vivía la anciana del bosque, una sabia mujer de cabellos plateados que parecía brillar bajo la luz de la luna.

- ¡Hola, anciana! - exclamó Pilocha. - Vengo a pedirte que me conviertas en una niña.

La anciana la miró con ojos amistosos y le dijo: - Querida Pilocha, la verdadera magia está en aceptarte como eres. Si realmente deseas sentir lo que es ser una niña, solo necesitas buscar aventuras aquí y ahora.

Pilocha la miró confundida. - Pero, ¿cómo puedo hacer eso?

La anciana sonrió y le mostró un pequeño espejo.

- En el reflejo, verás todo lo que puedes ser.

Cuando Pilocha miró, vio cómo podía moverse con gracia como una bailarina, cómo podía ayudar a sus amigos en el bosque y cómo podía soñar en grande.

- ¡Yo puedo ser divertida, amable y fuerte! - exclamó Pilocha.

- Exactamente, querida. - dijo la anciana. - Nunca dejes que la apariencia te defina. La verdadera esencia está en tus acciones y en tu corazón.

Con el corazón lleno de alegría, Pilocha regresó al claro del bosque. Allí, decidió organizar un gran juego con todas las ramas y los animales.

- ¡Vamos a jugar! - gritó. - Hoy seremos niñas y niños.

Las ramas la miraron confundidas, pero al ver su entusiasmo, empezaron a moverse. Pilocha dio rienda suelta a su imaginación, y pronto todos estaban riendo y jugando. Se construyeron casas de hojas, se organizaron carreras y hasta se inventaron cuentos.

- ¡Esto es maravilloso! - dijo una rama.

Y así fue como Pilocha descubrió que no necesitaba convertirse en una niña para disfrutar de la aventura. Desde ese día, ella no solo se sentía como parte del bosque, sino como un líder entre sus amigas ramas y todos los animales que con ella jugaban.

Pilocha aprendió que cada uno es especial a su manera, y que la verdadera magia reside en amar quiénes somos y disfrutar cada instante de la vida. Desde entonces, Pilocha no solo fue conocida como una rama soñadora, sino como la más amiga y alegre de todas.

- ¡Gracias, Pilocha! - decían los animales. - Gracias por mostrarnos que podemos ser todo lo que deseamos.

Y así, el bosque se llenó de risas y de juegos, y Pilocha vivió muchas aventuras sin necesidad de ser otra cosa más que ella misma.

FIN.

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