Pintitas y el Bosque Encantado



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Arcoíris, un perro muy especial llamado Pintitas. Lo que hacía a Pintitas tan especial era que cada vez que se movía, su pelaje cambiaba de color.

Un día amanecía con manchas rojas como el fuego, al otro con rayas verdes como la selva y al siguiente con lunares azules como el cielo.

Pintitas vivía en la plaza del pueblo, donde todos los niños lo adoraban y pasaban horas jugando con él. Pero un día, llegó al pueblo una señora muy gruñona llamada Doña Úrsula, quien no soportaba la alegría y los colores de Pintitas.

"¡Ese perro de colores es una aberración! ¡Deberían deshacerse de él cuanto antes!", decía Doña Úrsula cada vez que veía a Pintitas pasar. Los habitantes del pueblo estaban tristes por las palabras de Doña Úrsula, pero no sabían qué hacer para ayudar a Pintitas.

Fue entonces cuando Mateo, un niño curioso y valiente, tuvo una idea brillante. "¡Vamos a llevar a Pintitas al bosque encantado! Allí nadie podrá hacerle daño y podrá seguir siendo feliz", exclamó Mateo emocionado.

Sin dudarlo ni un segundo, Mateo y sus amigos prepararon todo para llevar a Pintitas al bosque encantado. Cuando llegaron allí, descubrieron que el bosque estaba lleno de criaturas mágicas que también tenían colores increíbles. Había hadas con alas plateadas, duendes con sombreros amarillos y hasta unicornios con crines rosadas.

Pintitas se sintió maravillado al ver tantos colores juntos y comprendió que ser diferente era algo hermoso y único.

A partir de ese día, el perro de colores se convirtió en el guardián del bosque encantado, protegiendo junto a sus nuevos amigos la magia y la alegría que allí habitaban. Doña Úrsula nunca volvió a molestar a Pintitas ni a nadie en Villa Arcoíris.

Y cada vez que alguien le preguntaba por qué había cambiado de actitud, ella respondía:"Es imposible resistirse a la magia de los colores cuando vienen acompañados del amor y la amistad". Y así, gracias a su valentía y su corazón noble, Pintitas demostró que ser diferente es maravilloso si uno sabe aceptarse tal como es.

Y colorín colorado este cuento ha terminado... ¡O mejor dicho comenzado una nueva aventura llena de color!

FIN.

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