Pipo, nuestro amigo fiel



Era un día soleado en Buenos Aires y Paz y Alma estaban muy emocionadas porque su papá, Leandro, les había prometido llevarlas de compras al centro comercial.

Las dos hermanas se levantaron temprano, se vistieron con sus mejores ropas y corrieron a la cocina para desayunar. "¡Buenos días, papá!", exclamaron las niñas mientras saltaban de alegría. "Buenos días, mis princesas", respondió Leandro con una sonrisa en el rostro.

"¿Están listas para ir de compras?""¡Sííí!", gritaron las niñas emocionadas. Después del desayuno, los tres subieron al auto y salieron rumbo al centro comercial. En el camino, Paz y Alma iban jugando con su tablet y viendo dibujos animados. "Papá, ¿cuándo llegamos?", preguntó Alma impaciente.

"Ya casi llegamos", respondió Leandro mientras trataba de encontrar un lugar para estacionar el auto. Finalmente, encontraron un lugar cerca del centro comercial y bajaron del auto.

Las niñas corrían por los pasillos mirando todas las tiendas que encontraban a su paso. Pero cuando estaban a punto de entrar en una tienda de juguetes, algo sorprendente ocurrió... - ¡Papá! ¡Mira eso! -exclamó Paz señalando hacia una pequeña multitud que se estaba formando en medio del pasillo.

- ¿Qué pasa allí? -preguntó Leandro curioso mientras se acercaba junto a sus hijas. Al llegar allí descubrieron que había un grupo de payasos haciendo malabares y entreteniendo a la gente.

Pero lo que llamó más la atención de las niñas fue la presencia de un pequeño perro callejero que se había acercado al grupo de payasos. - ¡Mira, papá! ¡Un perrito! -exclamó Alma con una sonrisa en el rostro.

- Sí, es muy lindo -respondió Leandro mientras observaba al perro con ternura. De repente, uno de los payasos lanzó una pelota hacia el perro para que jugara con ella. Pero cuando el perro corrió a buscarla, un joven descuidado lo pisó sin querer y salió corriendo asustado.

Las niñas se quedaron horrorizadas al ver cómo el perrito empezaba a llorar y cojear por su patita lastimada. Leandro rápidamente tomó al perrito en brazos y lo llevó a un veterinario cercano para curarlo.

Después de unos minutos, salieron del veterinario con el perrito sano y salvo en sus brazos. Paz y Alma estaban felices de haber ayudado al pequeño animalito. "Papá, ¿podemos adoptarlo?", preguntaron las niñas con caritas tiernas mientras acariciaban al perrito.

Leandro no pudo resistirse ante tanta ternura y decidió llevarse al cachorro a casa. Desde ese día, Paz y Alma tuvieron un nuevo amigo fiel que los acompañaría siempre: —"Pipo" , como decidieron bautizarlo juntos.

La experiencia enseñó a las niñas sobre la importancia del cuidado hacia los animales callejeros e hizo que valoraran aún más la compañía de su nuevo amigo.

Y aunque no pudieron comprar muchos juguetes ese día, Paz y Alma aprendieron que la verdadera felicidad radica en ayudar a los demás y en compartir momentos especiales con las personas que más queremos.

FIN.

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