Pippo, el Hamster Latoso



En un pequeño hogar, en la casa de Clara, vivía un hamster muy especial llamado Pippo. Desde su llegada, Pippo había llenado la vida de Clara de alegría, pero también de travesuras. Este pequeño hamster era conocido por ser un verdadero latoso, siempre metiéndose en problemas y causando risas.

Un día, Clara decidió que era hora de llevar a Pippo a conocer el parque de su vecindario. Al llegar al parque, Pippo se volvió loco de felicidad. "¡Mirá! ¡Hay tanta gente y tantas cosas para ver!"- gritó Pippo mientras corría de un lado a otro.

"¡Cuidado, Pippo!"- le advirtió Clara. "No te alejes tanto, no quiero perderte."- Pero Pippo estaba tan emocionado que decidió explorar un poco más. Saltó por encima de unas flores, se deslizó entre las piernas de los niños, hasta que finalmente se topó con una gran rueda de hámster que alguien había traído al parque.

"¿Qué será esto?"- pensó Pippo y corrió hacia la rueda. Comenzó a girar y girar, divirtiéndose como nunca antes. Pero, cuando dio demasiados giros, se mareó y dejó de ver claro. "¡Ay, qué me pasa!"-

Los niños que jugaban a su alrededor comenzaron a reírse y a aplaudir. "¡Mirá cómo corre!"- decía uno. "¡Es el hamster más gracioso que vi!"- decía otro. Pero Clara se preocupó.

"¿Estás bien, Pippo?"- le preguntó mientras se acercaba. En ese momento, Pippo sintió un poco de vergüenza al darse cuenta de que había causado un espectáculo, pero pronto se olvidó de su mareo. "¡Soy un hamster estelar!"- exclamó, mientras hacía una voltereta en el aire.

Después de un rato, Clara decidió darle un descanso a Pippo. "Vamos a jugar a algo más tranquilo, ¿te parece?"- sugerió. Así que se dirigieron a la zona de descanso, donde podía haber un momento de calma.

Mientras se sentaban en una manta con un pequeño picnic, un niño se acercó curioso. "¿Puedo acariciarlo?"- preguntó.

"¡Claro!"- respondió Clara con una sonrisa. "Pippo es muy amigable."- El niño comenzó a acariciar a Pippo, que estaba encantado con la atención, pero justo en ese momento un perro grande apareció por detrás, moviendo su cola felizmente.

"¡Pippo, cuidado!"- gritó Clara, pero era demasiado tarde. Pippo, asustado, saltó hacia la cesta de frutas. "¡No! ¡La sandía no!"- gritó Clara, pero el hámster estaba decidido. ¡Zas! ¡Saltó directo a la sandía, rompiéndola en mil pedacitos!

Todos se quedaron en silencio. Clara se ruborizó, pero rápidamente, los niños comenzaron a reír una vez más. "¡Es un truco genial!"- exclamó uno de ellos. "¡Pippo es un artista!"- dijo otro.

Pippo estaba en medio de su caos, pero empezó a sentir que, aunque fue un latoso, también traía felicidad a los demás. Y así, entre risas y juegos, Clara empezó a pensar en cómo Pippo podría aprender a ser un poquito más cuidadoso.

"Tal vez podríamos enseñarle a Pippo a hacer trucos de forma ordenada y divertida, por qué no hacemos un show de talentos mañana en el parque?"- sugirió Clara.

"¡Yo quiero ser su asistente!"- dijo el niño que había acariciado a Pippo.

Al día siguiente, Pippo se convirtió en la estrella del parque. Con la ayuda de Clara y sus nuevos amigos, comenzó a aprender algunos trucos como saltar a través de aros y correr en su rueda sin marearse. Cada ensayo estaba lleno de risas y emoción.

La función fue un éxito. "¡Es el mejor show que vi en mi vida!"- gritaron los niños sobre emocionados. Pippo disfrutó de cada aplauso y ahora entendía que aunque era un hamster latoso, también podía hacerlo bien.

Desde aquel día, Pippo siguió siendo travieso, pero siempre con la finalidad de hacer reír a los demás. Y Clara aprendió que hay que dejar que los demás se expresen y aprendan a su manera, siempre y cuando estén en un entorno seguro y divertido. Así, cada día en el parque se llenó de aventuras y risas, gracias al amado hamster latoso, Pippo.

FIN.

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