Polno, el pingüino nadador



Había una vez un pequeño pingüino llamado Polno que vivía en la Antártida. Polno era diferente a los demás pingüinos, tenía un ala más corta que la otra y no podía nadar tan rápido como sus amigos.

Aunque esto lo hacía sentir triste a veces, nunca dejaba que eso lo detuviera. Un día, mientras jugaba con sus amigos en el hielo, Polno se dio cuenta de algo interesante.

Había visto a los pájaros volar por el cielo y pensó: "¿Por qué no puedo volar también?". Así que decidió intentarlo. Polno buscó ramitas y hojas secas para hacerse unas alas improvisadas. Se las ató a su espalda y saltó desde una pequeña colina.

¡Pero no pasó nada! Polno cayó al suelo sin poder volar. "¡Ay! Creo que necesito algo más para volar", dijo Polno decepcionado. Decidió ir a buscar ayuda con alguien sabio de la Antártida, el viejo león marino llamado Don Alfredo.

Don Alfredo siempre tenía respuestas para todas las preguntas. Cuando llegó donde Don Alfredo, Polno le contó su deseo de volar como los pájaros y cómo había intentado hacerlo con sus alas improvisadas.

Don Alfredo sonrió y dijo: "Polno, cada ser vive según su naturaleza única. Los pingüinos están hechos para nadar en el agua fría del océano, mientras que los pájaros están hechos para volar por los cielos". "Pero yo quiero ser diferente", respondió tristemente Polno.

Don Alfredo le puso una aleta sobre su hombro y le dijo: "Polno, ser diferente no significa que tengas que cambiar quién eres. Tienes muchas cualidades especiales y únicas, solo necesitas descubrirlas". Estas palabras resonaron en el corazón de Polno.

Comenzó a reflexionar sobre sus habilidades y se dio cuenta de que era un excelente nadador. Aunque no podía volar como los pájaros, podía deslizarse por el agua con gracia y rapidez.

Decidió participar en una competencia de natación entre los pingüinos de la Antártida. Todos sus amigos estaban emocionados por él y lo animaron desde la orilla mientras él nadaba con todas sus fuerzas.

A medida que avanzaba en la carrera, Polno comenzó a sorprenderse a sí mismo. Se dio cuenta de que su ala más corta no era un obstáculo después de todo. En lugar de sentirse triste por ello, aprendió a utilizarla para equilibrarse mejor en el agua.

Finalmente, llegó a la línea de meta siendo el primero en cruzarla. Sus amigos lo felicitaron efusivamente y Polno sintió una gran alegría en su corazón. "¡Lo logré! ¡Soy un gran nadador!", exclamó Polno emocionado.

Desde ese día, Polno entendió que cada uno tiene sus propias fortalezas y debilidades, pero siempre hay algo especial dentro de nosotros que nos hace únicos. Aprendió a aceptarse tal como era y a valorar las habilidades que tenía.

Y así, Polno vivió felizmente junto a sus amigos pingüinos en la Antártida, nadando con alegría y recordando siempre que ser diferente es algo hermoso.

FIN.

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