Princesas en el bosque encantado
Había una vez en un bosque encantado, una comunidad de duendes y animalitos que vivían en armonía.
Cada día se reunían para jugar y explorar su hogar, pero siempre había algo que les faltaba: la presencia de los niños del reino. Las princesas del castillo solían visitar el bosque con sus padres para disfrutar de la naturaleza, pero nunca se habían acercado lo suficiente como para conocer a los habitantes del lugar.
Los duendes y animalitos estaban tristes por esta situación, pues anhelaban tener amigos humanos con quienes compartir sus aventuras. Un día, mientras jugaban cerca del río, los duendes escucharon risas provenientes del otro lado del bosque.
Al asomarse entre los árboles vieron a dos niñas corriendo y saltando sin preocupaciones. Los duendes decidieron seguirlas desde lejos para no espantarlas. Las niñas eran las princesas del castillo que habían escapado de la vigilancia de sus padres para explorar el bosque por su cuenta.
A medida que avanzaban, descubrieron lugares mágicos donde nunca antes habían estado: un claro lleno de flores multicolores, una cueva llena de cristales brillantes y un árbol gigante cuyas ramas formaban un puente hacia una isla desierta.
Los duendes observaron todo esto desde la distancia, maravillados por la valentía e intrépida actitud de las niñas. Así fue como decidieron presentarse ante ellas:"- Hola princesitas -dijo uno- somos los habitantes del bosque encantado.
"Las niñas se sobresaltaron al principio, pero luego de ver que eran criaturas amigables, les sonrieron y las saludaron. A partir de ese momento, los duendes y animalitos comenzaron a jugar con las niñas todos los días.
Les enseñaban a trepar árboles, buscar tesoros escondidos y contar historias fantásticas. Las princesas estaban felices de haber encontrado amigos tan divertidos y especiales. Sin embargo, un día todo cambió. Una tormenta feroz azotó el bosque encantado, derribando árboles e inundando el río.
Los duendes y animalitos se refugiaron en sus madrigueras mientras las princesas buscaban desesperadamente un lugar seguro donde protegerse.
Fue entonces cuando los habitantes del bosque demostraron su verdadera amistad hacia ellas: construyeron una cabaña improvisada con hojas secas y ramas para que pudieran resguardarse del temporal. Además, les prepararon una cena caliente con lo poco que habían podido recolectar antes de la lluvia. Las princesas se sintieron muy agradecidas por la ayuda recibida.
Comprendieron que la amistad no sólo consistía en pasar momentos divertidos juntos, sino también en apoyarse mutuamente en situaciones difíciles. Desde ese día en adelante, las niñas visitaban el bosque encantado cada vez que podían para jugar con sus amigos duendes y animalitos.
Y ellos siempre estaban allí para recibirlos con alegría y compartir nuevas aventuras juntos. La moraleja de esta historia es que la verdadera amistad no tiene límites ni prejuicios.
A veces basta con dar un pequeño paso fuera de nuestra zona de confort para descubrir nuevas formas de diversión y aprendizaje junto a personas diferentes a nosotros.
FIN.