Protectora de los Cóndores


Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, una cholita llamada Rosa. Ella vivía en la montaña y siempre soñaba con volar como un cóndor.

Todos los días se subía a lo más alto de la colina para observar a estas majestuosas aves surcar el cielo.

Un día, mientras Rosa estaba admirando a los cóndores, uno de ellos se acercó a ella y le habló:- ¡Hola, cholita! ¿Por qué te gustaría volar como nosotros? Rosa quedó sorprendida al escuchar que el cóndor podía hablar. - Me gustaría volar porque siento que las alas del viento me llaman - respondió Rosa con emoción. El cóndor sonrió y dijo:- Tengo una idea.

Si quieres aprender a volar, debes seguirme hasta mi nido en lo más alto de la montaña. Allí aprenderás todos los secretos del vuelo. Sin pensarlo dos veces, Rosa siguió al cóndor hasta su nido.

Durante semanas, el cóndor la enseñó todo sobre cómo usar sus alas para deslizarse por el aire. Rosa practicaba incansablemente hasta que finalmente logró levantar vuelo.

Desde ese día, Rosa se convirtió en la Cholita Voladora y era conocida en todo el pueblo por su habilidad para volar como un verdadero pájaro. Pero un día oscuro llegó al pueblo cuando un cazador furtivo comenzó a cazar indiscriminadamente a los cóndores.

La Cholita Voladora no podía permitir esto y decidió enfrentarse al cazador para proteger a sus amigos emplumados. - ¡Detente! - gritó Rosa al cazador. - Los cóndores son seres majestuosos y merecen vivir en paz.

El cazador se burló de ella y le dijo:- ¿Y qué puedes hacer tú, una simple cholita? Rosa no se rindió. Usando su agilidad y sus habilidades de vuelo, logró distraer al cazador el tiempo suficiente para que los cóndores pudieran escapar. El pueblo entero aplaudió a la Cholita Voladora por su valentía y determinación.

Desde ese día, todos aprendieron a respetar a los cóndores y a cuidar del medio ambiente. La historia de la Cholita Voladora se convirtió en una leyenda que pasó de generación en generación.

Los niños del pueblo soñaban con volar como Rosa y siempre recordaban la importancia de proteger la naturaleza. Y así, gracias a la valentía y perseverancia de Rosa, el amor por los cóndores y el respeto por el medio ambiente perduraron para siempre en aquel pequeño pueblo argentino.

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