Puchi y las sorpresas del Día de la Madre



Había una vez en un barrio muy colorido de Buenos Aires, una mamá llamada Puchi. Puchi era una mujer cariñosa, alegre y siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás.

Vivía con su marido Carlos y su hijo Marco, al que todos conocían como Ratón por lo travieso y curioso que era. En el Día de la Madre, Marco y Carlos tenían preparadas dos sorpresas muy especiales para Puchi.

Por la mañana, cuando Puchi se despertó, encontró sobre la mesa del comedor un par de zapatillas rosadas con brillantina. Eran las puchitillas más hermosas que había visto nunca. - ¡Ay, qué lindas! ¿Estas son para mí? -exclamó emocionada Puchi.

- ¡Sí, mamá! Son para vos porque te queremos mucho y queremos que estés cómoda en casa -respondió Marco con una sonrisa traviesa. Puchi abrazó a su hijo y a su marido agradecida por el regalo tan especial.

Se puso las zapatillas nuevas y caminaba por toda la casa como si estuviera pisando nubes. Por la tarde, después del almuerzo, Carlos le vendó los ojos a Puchi y la llevó hasta el patio trasero de la casa.

Cuando finalmente pudo ver lo que le habían preparado, no podía creerlo: habían construido juntos una pequeña casita de madera donde podían pasar las tardes de domingo en familia. - ¡Es increíble! ¡Qué hermosa sorpresa! -gritaba emocionada Puchi mientras abrazaba a Carlos y Marco.

Desde ese día, los domingos se convirtieron en el mejor día de la semana para esta familia tan unida.

Jugaban juegos de mesa dentro de la casita, compartían meriendas al sol en el jardín e incluso organizaban pequeños conciertos donde Marco tocaba la guitarra mientras Puchi cantaba sus canciones favoritas. Pero lo más importante era el amor que se respiraba en cada rincón de aquella casita hecha con tanto cariño.

Puchi sabía que no necesitaba regalos costosos para ser feliz; lo único que necesitaba eran esos momentos especiales junto a su familia. Y así, entre risas y abrazos, esta familia demostraba que el verdadero regalo era estar juntos y disfrutar de las pequeñas cosas que alegran el corazón.

Y juntos vivieron felices para siempre en su hogar lleno de amor y puchitillas rosadas brillantes.

FIN.

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