Pulseras de perseverancia
Había una vez, en la hermosa ciudad de Córdoba, dos hermanos llamados Joaquín y Clarita. Ellos eran muy unidos y siempre se apoyaban el uno al otro.
Un día, mientras caminaban por el parque de la ciudad, vieron un anuncio sobre un nuevo parque de diversiones que acababa de abrir sus puertas.
Joaquín y Clarita estaban emocionados por ir a este parque pero cuando preguntaron a su mamá si podían ir, ella les dijo que no tenían suficiente dinero para comprar las entradas. Los dos hermanos se sintieron tristes al escuchar esto pero no se rindieron. Decidieron hacer algo para conseguir el dinero necesario y poder ir al parque.
Fue entonces cuando tuvieron una idea: podrían hacer pulseritas coloridas y venderlas en la calle. Joaquín y Clarita trabajaron duro todos los días después de la escuela haciendo pulseras con cuentas brillantes y lindos diseños.
La gente que pasaba por allí notaba su trabajo arduo e impecablemente hecho a mano, así que comenzaron a comprar las pulseras rápidamente. "Mira Joaquín ¡hemos vendido muchas! ¡Estamos más cerca del objetivo!"- dijo Clarita emocionada. "¡Si! Ya casi lo logramos"- respondió Joaquín con una gran sonrisa en su rostro.
Pero pronto descubrieron que había otros niños haciendo lo mismo: vendiendo cosas para poder ir al mismo parque divertido. Entonces decidieron trabajar aún más duro para poder destacarse entre los demás vendedores ambulantes.
Así fue como empezaron a crear pulseras aún más hermosas y únicas, con diseños especiales que nadie había visto antes. La gente comenzó a notar la diferencia y a comprar aún más pulseras de Joaquín y Clarita.
Pero un día, mientras vendían sus pulseras en la calle, un hombre se acercó a ellos y les ofreció mucho dinero por todas las pulseras que habían hecho hasta ese momento.
Joaquín y Clarita se emocionaron al principio pero luego se dieron cuenta de que si vendían todas sus pulseras no podrían ir al parque divertido. "Lo siento señor, pero estas pulseritas son muy importantes para nosotros. Las estamos haciendo para poder ir al parque de diversiones"- dijo Joaquín con tristeza.
El hombre entendió su situación y decidió comprar solo unas pocas pulseras para ayudarlos. Después de eso, Joaquín y Clarita continuaron trabajando duro todos los días después de la escuela hasta que finalmente llegaron al monto necesario para comprar las entradas del parque divertido.
Cuando llegaron al parque, estaban tan felices que corrieron hacia el primer juego que encontraron sin pensar dos veces: una montaña rusa gigante. Fue una experiencia increíble e inolvidable para ambos hermanos.
Después de ese día en el parque divertido, Joaquín y Clarita aprendieron una gran lección sobre el trabajo arduo, la perseverancia y la importancia de no rendirse ante los obstáculos.
A partir de entonces siempre recordarían esa aventura cuando tuvieran dificultades en otras situaciones difíciles en su vida diaria.
FIN.