Pulseritas de Esperanza
Había una vez en un barrio de Buenos Aires, tres hermanitos llamados Clarita, Joaquín y Herman. Ellos eran muy unidos y les encantaba jugar juntos en el parque cerca de su casa.
Un día, mientras jugaban, vieron un cartel que anunciaba la llegada del tren fantasma al parque de diversiones que estaba a unas cuadras de su casa.
Los ojos de los tres se iluminaron con emoción, pero pronto se dieron cuenta de que no tenían suficiente dinero para comprar las entradas. Frustrados por esta situación, los hermanitos decidieron que no iban a dejar pasar la oportunidad de subirse al tren fantasma.
Así fue como Clarita tuvo una idea brillante: hacer pulseritas para venderlas y recaudar el dinero necesario para comprar las entradas. Con mucho entusiasmo y creatividad, los tres comenzaron a hacer las pulseritas con diferentes colores y diseños. Después de varias horas trabajando duro, lograron hacer muchas pulseras bonitas y originales.
Al día siguiente salieron temprano a vender sus pulseras por todo el barrio. Fueron puerta por puerta ofreciendo sus productos con mucha alegría y entusiasmo. A pesar del cansancio, nunca perdieron la esperanza ni la sonrisa en sus rostros.
Sin embargo, después de varias horas vendiendo sin éxito alguno, empezaron a sentirse desanimados.
Pero justo cuando estaban pensando en abandonar su sueño de ir al tren fantasma ese mismo día apareció una señora interesada en comprar todas las pulseras que habían hecho hasta ese momento. Los hermanitos no podían creer lo que estaban escuchando. La señora les preguntó por qué querían tanto ir al tren fantasma y ellos le contaron toda su historia.
La señora, conmovida por la determinación y el esfuerzo de los hermanitos, decidió comprar todas las pulseras y además les regaló el dinero para comprar las entradas. Los tres hermanitos se sintieron muy agradecidos y emocionados.
Corrieron hacia el parque de diversiones con sus entradas en mano y subieron al tren fantasma sin parar de reír y gritar. Después de esa experiencia maravillosa, los hermanitos aprendieron una valiosa lección: nunca rendirse ante los obstáculos y siempre seguir adelante con determinación y esperanza.
Además, descubrieron que la ayuda puede venir de donde menos se espera y que siempre hay alguien dispuesto a apoyarnos en nuestros sueños. Desde ese día en adelante, Clarita, Joaquín y Herman continuaron haciendo pulseritas para venderlas en su barrio.
Pero esta vez lo hacían no solo para cumplir sus propios sueños sino también para ayudar a otros niños a alcanzar los suyos.
FIN.