Purita y el Gran Malentendido
Había una vez en una vecindad alegre y colorida, una gatita adorable llamada Purita. Su pelaje era suave como el algodón, y sus ojos brillaban como dos estrellas. Las niñas de la vecindad la adoraban; todos los días la llevaban a sus casas para dormir con ellas. Purita se sentía como una verdadera reina rodeada de tanto cariño.
Un soleado día, mientras jugaba en el patio, Purita conoció a un gatito curioso llamado Timo. Timo era juguetón y rápido, y juntos formaron un equipo perfecto. Pasaban horas corriendo y persiguiéndose por todo el jardín, haciendo travesuras mientras las risas de las niñas resonaban en el aire.
Un día, mientras jugaban, una de las niñas, Sofía, se asomó por la ventana y casi gritando dijo:
"¡Mamá! ¡Purita es macho!"
Las demás niñas se asomaron y comenzaron a reírse.
"¡Sí! ¡Mirá cómo corre!"
"¡Es verdad! ¡No es una gatita!"
Purita se detuvo en seco, confundida. Nunca había pensado en su género. Se había dejado llevar por las risas y la alegría, pero en ese instante comenzó a cuestionar su identidad.
"¿Soy realmente un macho?" - se preguntó.
Desde ese día, las niñas comenzaron a tratar a Purita de manera diferente. Ya no la llevaban a dormir con ellas y empezaron a jugar más con Timo. Purita se sintió triste y sola, extrañando los momentos de cariño y atención que solía recibir. Se pasaba las horas sentada en la ventana, observando cómo las niñas jugaban y se reían sin ella.
Un día, mientras Purita miraba desde su lugar de siempre, Sofía se acercó y la vio tan triste.
"¿Por qué no juegas con nosotros, Purita?"
Purita bajó la cabeza.
"Ya no puedo. Dicen que soy macho y eso les parece gracioso. No quiero ser una cosa divertida. Solo quiero ser yo misma."
Sofía se quedó pensando.
"Pero eso no importa. Eres nuestra amiga y te queremos a pesar de eso. ¡No necesitas ser macho o hembra para jugar con nosotras! Eres Purita, y eso es lo que importa."
Purita levantó la mirada, con los ojos llenos de esperanza.
"¿De verdad?"
"¡Claro!" - respondió Sofía entusiasmada. "Vení, vení a jugar. Siempre serás nuestra favorita, no importa cómo seas."
Purita se unió a las niñas, dándose cuenta de que lo importante no era el género, sino el amor y la amistad que compartían. Comenzaron a jugar a un nuevo juego donde todos podían ser lo que quisieran. Purita eligió ser una valiente exploradora, y Timo se convirtió en su fiel compañero de aventuras.
Esa tarde fue mágica. Jugaron al aire libre, inventaron historias y crearon un mundo donde cualquiera podía ser quien quisiera. Las risas llenaron el aire y, poco a poco, el malentendido fue olvidado.
Con el tiempo, las niñas entendieron que la esencia de Purita no dependía de cómo se veía o de lo que decían los demás.
"Lo más lindo de Purita es quién es y qué siente, no lo que tiene entre las patas." - dijo una de las niñas, y todas estuvieron de acuerdo.
Desde entonces, Purita siguió siendo la preferida de las niñas, disfrutando del amor y la amistad, sin importar los malentendidos del pasado. Aprendieron que lo que realmente cuentan son los momentos compartidos, la diversión y la magia de la amistad.
Y así, cada día en la vecindad estaba lleno de nuevas aventuras para Purita y sus amigas, recordando siempre que lo más importante era ser uno mismo y valorar el cariño que se reciben en la vida.
FIN.