¿Qué pasaría si María?



En un pequeño y colorido pueblo llamado Arcoiris, vivía una niña llamada María. María era conocida por su curiosidad insaciable y su espíritu aventurero. Todos los días, después de la escuela, salía a explorar los alrededores con su inseparable amigo, Lucas.

Un día soleado, María y Lucas decidieron adentrarse en el Bosque Mágico, un lugar lleno de árboles altísimos y misteriosos rumores.

"¡Vamos, Lucas! ¡Hoy descubriremos algo nuevo!" - dijo María emocionada.

"Pero, ¿y si nos perdemos?" - respondió Lucas con un poco de temor.

"No te preocupes, ¡tenemos nuestro mapa!" - contestó María con confianza.

Tras caminar un buen rato, encontraron un claro donde había un árbol gigante con un tronco muy ancho. En su base, había una puerta pequeña.

"¿Te imaginas qué habrá ahí adentro?" - preguntó María con los ojos brillantes.

"Vamos a averiguarlo" - respondió Lucas, siempre dispuesto a seguir a su amiga.

María empujó la puerta y, para su sorpresa, se abrió sin dificultad. Se asomaron adentro y vieron un mundo completamente diferente: era un lugar lleno de colores y criaturas fantásticas.

De pronto, un pequeño duende apareció frente a ellos.

"¡Hola, aventureros! Soy Timo, el guardián de este lugar. ¿Qué los trae por aquí?" - dijo el duende con una risa melodiosa.

"Estamos buscando aventuras y nuevos amigos" - respondió María, su entusiasmo era contagioso.

"Bueno, entonces están en el lugar correcto. Pero antes, deben ayudarme con algo" - dijo Timo, mirándolos seriamente.

María y Lucas se miraron intrigados.

"¿Qué necesitas?" - preguntó Lucas.

"He perdido mi varita mágica en la cueva de las sombras, y sin ella, no puedo proteger este bosque. Si me ayudan a encontrarla, les mostraré todos los secretos de este lugar" - explicó Timo.

María sintió un cosquilleo en el estómago.

"¡Sí! ¡Vamos a ayudarlo!" - exclamó.

Las palabras de María los llenaron de valor y se adentraron en la cueva de las sombras. Una vez dentro, todo era oscuro y silencioso.

"¿Y ahora qué hacemos?" - murmuró Lucas, un poco asustado.

"¡Tenemos que concentrarnos!" - dijo María tratando de sonar segura.

"Voy a encender mi linterna" - sugirió Lucas.

"¡Buena idea!" - afirmó María.

Al encender la linterna, pudieron ver un camino del lado derecho. Sin pensarlo dos veces, siguieron esa dirección. Después de un rato, encontraron un río oscuro que cruzaban misteriosas sombras. María se detuvo un momento.

"Esperen, ¿no sería mejor buscarla a la luz del día?" - sugirió.

"Sí, pero los duendes siempre están en la oscuridad durante la noche. Tal vez podamos encontrar la varita antes de que anochezca" - dijo Lucas.

"Entonces, ¡vamos con cuidado!" - respondió María.

Mientras exploraban la cueva, escucharon un ruido fuerte. De repente, una sombra apareció frente a ellos. Era un gran dragón que custodiaba la varita mágica.

"¡Aléjense! ¡Este tesoro no es para intrusos!" - rugió el dragón.

"No venimos a robar, venimos a ayudar" - dijo María, con determinación en su voz.

"¿Ayudar? ¿A quién?" - preguntó el dragón, confundido.

"A Timo, el duende. Hemos venido a recuperarla para proteger el bosque" - explicó Lucas, comenzando a confiar en su amiga.

El dragón se detuvo un momento y luego se acercó.

"Si es así, demuéstrenme su valentía. Solo quienes sean lo suficientemente valientes pueden pasar" - dijo el dragón.

"¡Estamos listos!" - exclamó María.

Entonces, el dragón los desafió a cruzar un puente colgante que parecía muy frágil. María fue la primera en cruzar. Con cada paso se balanceaba, pero mantuvo el equilibrio, mientras Lucas la seguía, temblando un poco.

"¡Vamos, Lucas! ¡No mires abajo!" - gritó María desde el centro del puente.

"¡Lo sé, lo sé, pero es difícil!" - respondió Lucas.

Cuando llegaron al otro lado, el dragón sonrió.

"Han demostrado su valentía. Aquí está la varita, pero recuerden, el valor no solo se mide en coraje físico, también en la determinación de ayudar a otros" - dijo mientras les entregaba la varita.

María y Lucas se sintieron orgullosos.

"Gracias, haremos un gran trabajo devolviéndosela a Timo" - dijo María.

"¡Sí! ¡Vamos!" - exclamó Lucas.

Finalmente, regresaron al claro donde estaba Timo.

"¡Lo lograron! ¡Ustedes son los mejores!" - festejó el duende al ver la varita.

"Gracias por permitirnos ayudar" - dijo María, sonriendo.

"Lo que han hecho hoy no solo salvó al bosque, también creó un fuerte lazo de amistad entre ustedes. Recuerden siempre que las grandes aventuras comienzan con pequeños actos de valentía" - concluyó Timo, mientras el bosque brillaba con colores más vivos que nunca.

María y Lucas regresaron a casa al atardecer, llenos de historias y un nuevo respeto por la amistad y la valentía. Sabían que siempre que se apoyaran mutuamente, podrían enfrentar cualquier desafío que la vida les presentara.

FIN.

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