Quiero Ir de Paseo
Era un hermoso día de primavera en el pequeño pueblo de Arbolito. El sol brillaba, las flores estaban en todo su esplendor y los pájaros cantaban alegres. A Luna, una curiosa niña de ocho años, le ardían los pies por salir a recorrer el mundo más allá de su jardín.
"¡Quiero ir de paseo!" -exclamó Luna mientras miraba por la ventana.
Su mamá, que estaba en la cocina preparando el almuerzo, sonrió y le dijo:
"Está bien, pero ¿a dónde te gustaría ir?".
"¡Quiero ir al Bosque Encantado!" -respondió Luna entusiasmada. Era un lugar mágico donde decía que los animales hablaban y los árboles tenían historias que contar.
"A esa distancia, tendrías que ir con alguien, Luna. Quizás podrías invitar a tu amigo Tomás" -sugirió su mamá, mientras se secaba las manos con un paño.
Rápidamente, Luna corrió a buscar a Tomás.
"¡Tomás! ¡Vamos al Bosque Encantado!" -dijo ella, casi sin aliento.
"¿El Bosque Encantado? Suena divertido, pero... ¿vos sabés cómo llegar?" -preguntó Tomás, un poco dudoso.
Luna pensó por un momento. En su cabeza, el bosque era un lugar lleno de caminos, pero no estaba segura de cuál elegir.
"Podemos preguntar a la señora Verónica, la bibliotecaria. Ella siempre sabe lo que hay que hacer" -propuso Luna.
Los dos amigos se dirigieron a la biblioteca. Cuando llegaron, la señora Verónica estaba organizando algunos libros en la estantería.
"¡Hola, Luna! ¡Hola, Tomás! ¿Qué los trae por aquí?" -saludó la señora Verónica, sonriendo.
"Queremos ir al Bosque Encantado, pero no sabemos cómo llegar" -explicó Luna.
"Es un viaje especial y hay que estar preparado. Pueden necesitar una buena brújula y algo de comida, pero lo más importante es el mapa" -contestó la señora Verónica.
"¿Podés ayudarnos a encontrar un mapa?" -pidió Tomás, muy interesado.
Con una gran sonrisa, la señora Verónica los llevó a una sección de libros de aventuras y buscó un libro antiguo.
"Aquí tienen un mapa del Bosque Encantado. Pero atentos, ¡hay muchas sorpresas en el camino!" -advirtió, entregándoles el volumen.
"¡Gracias, señora Verónica!" -exclamaron los chicos al unísono.
Con el mapa en mano, Luna y Tomás partieron en su aventura. Mientras atravesaban el bonito sendero que llevaba al bosque, descubrieron hermosos campos llenos de flores amarillas y mariposas de todos colores.
"¡Mirá! Hay un riachuelo. Podemos parar a jugar un rato" -sugirió Tomás, empujando a Luna hacia el agua.
Una vez que se sintieron frescos, continuaron seguidos por el canto de los pájaros. Cada paso que daban parecía más emocionante que el anterior.
"Deberíamos asegurarnos de no perder el mapa" -dijo Luna, poniendo atención a su alrededor.
Finalmente llegaron a la entrada del Bosque Encantado, que había estado esperando por ellos. El lugar estaba cubierto por los árboles más altos que jamás habían visto. De pronto, un pequeño conejo apareció, mirándolos con curiosidad.
"¡Hola! ¿Son nuevos por aquí? Soy Nino, el guardián del bosque" -dijo el conejo, moviendo sus orejas.
Los chicos se miraron asombrados.
"¡Sí!" -dijo Tomás "Vimos que había maravillas aquí, y queríamos conocerlas".
"¡Hay muchas! Pero primero deben saber que el bosque es mágico y necesita cuidar su naturaleza" -les explicó Nino "¿Saben cómo hacerlo?".
Luna pensó y luego respondió:
"Sí, debemos recoger la basura, no lastimar a los animales y no romper las plantas".
"Muy bien, ¡bienvenidos!" -dijo Nino "Pero, también hay un reto. Si logran ayudarme a encontrar una flor mágica que se perdió, les mostraré todos los secretos del bosque".
Los dos amigos aceptaron el desafío. Con la ayuda de Nino, comenzaron a seguir pistas. El camino fue lleno de giros inesperados. Tuvieron que cruzar un río saltando de piedra en piedra, resolver acertijos que les planteaban los árboles y hasta ayudar a un pajarito a encontrar su nido.
Finalmente, después de mucho esfuerzo, descubrieron que la flor mágica estaba escondida detrás de una roca gigante, en un claro del bosque.
"¡Lo logramos!" -gritó Luna, llena de alegría.
Cuando le mostraron la flor mágica a Nino, una luz brillante iluminó el bosque entero. Los árboles comenzaron a moverse suavemente, y los animales aparecieron, todos agradeciendo a los chicos por su ayuda.
"¡Han sido grandes amigos del bosque!" -dijo Nino con una gran sonrisa "Gracias a ustedes, podemos seguir cuidando de este lugar".
Luna y Tomás se sintieron orgullosos y felices. Sabían que habían hecho algo importante. Después de ese día, se prometieron volver y seguir cuidando la naturaleza, mientras vivían nuevas aventuras juntos.
Al regresar a casa, con el mapa y muchas historias para contar, ambos se miraron y sonrieron.
"¿Cuándo será nuestra próxima aventura?" -preguntó Tomás.
"¡Pronto!" -respondió Luna, aún emocionada por lo que habían vivido.
FIN.