Rabbit Dreams


Había una vez un conejo llamado Ramón que vivía en el bosque. Desde pequeño, Ramón había soñado con volar como los pájaros.

Pasaba horas mirando cómo surcaban el cielo y se preguntaba cómo sería sentir la libertad de volar. Un día, mientras caminaba por el bosque, Ramón se encontró con una mariposa muy especial. Era de colores brillantes y tenía unas alas enormes. Ramón no podía apartar la vista de ella.

"Hola, soy Mariposa", dijo la mariposa con una voz suave y melodiosa. "¡Qué hermosa eres! ¿Cómo haces para volar tan alto?" preguntó Ramón emocionado. "Bueno, yo tengo alas que me permiten volar. Es algo natural para mí", respondió Mariposa.

Ramón sintió una mezcla de alegría y tristeza al escuchar eso. Por un lado estaba feliz por haber conocido a alguien que podía volar, pero por otro lado estaba triste porque él no tenía alas.

Decidido a cumplir su sueño de volar, Ramón decidió buscar ayuda en sus amigos del bosque. Primero fue a hablar con Zorro:"Zorro, necesito tu ayuda para poder volar como las aves", le pidió Ramón.

Zorro lo miró sorprendido y respondió: "Lo siento amigo conejo, pero yo tampoco puedo ayudarte a volar". Sin desanimarse, Ramón siguió buscando ayuda entre sus amigos animales.

Fue entonces cuando se encontró con Águila:"Águila, ¿me podrías enseñar a volar? Siempre he soñado con sentir la libertad de surcar el cielo", le suplicó Ramón. Águila lo miró con ternura y le dijo: "Lo siento, conejo, pero volar es algo que solo los pájaros pueden hacer". Ramón estaba a punto de rendirse cuando escuchó un ruido en los arbustos.

Era Tortuga, quien había estado escuchando toda la conversación. "No te desanimes, Ramón. Aunque no puedas volar como las aves, seguro que hay muchas otras cosas maravillosas que puedes hacer", dijo Tortuga con su voz pausada.

Ramón se quedó pensativo por un momento y luego miró a Tortuga con una sonrisa en el rostro:"Tienes razón, Tortuga. Tal vez no pueda volar como las aves, pero puedo correr tan rápido como el viento y saltar muy alto.

¡Eso también es increíble!" exclamó emocionado. Desde ese día, Ramón dejó de obsesionarse con volar y comenzó a apreciar todas las habilidades especiales que tenía.

Descubrió que podía ser veloz como el viento cuando jugaba carreras con sus amigos y se dio cuenta de que saltar alto le permitía alcanzar frutas deliciosas en los árboles. Ramón entendió que cada ser vivo tiene habilidades únicas y especiales.

No todos pueden volar como Mariposa o Águila, pero eso no significa que sean menos valiosos o importantes. Y así fue cómo Ramón aprendió a amarse tal como era y encontró la verdadera felicidad en las cosas simples de la vida.

A partir de ese día, siempre recordaría aquel sueño de volar, pero también sabía que había muchas otras aventuras esperándolo en el suelo del bosque. Y así, con una sonrisa en el rostro y el corazón lleno de alegría, Ramón siguió viviendo sus días rodeado de amigos y disfrutando de cada momento.

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