Rafa y la Navidad Inesperada
Era una tarde soleada en el barrio de Rafa, un niño de diez años que siempre había esperado la Navidad con ansias. Era su época favorita del año, no solo por los regalos, sino por el aire de alegría y amor que llenaba las casas. Este año, Rafa estaba particularmente emocionado porque había decidido organizar una fiesta navideña para sus amigos. Era una gran responsabilidad, pero él se sentía preparado.
Con entusiasmo, Rafa comenzó a hacer una lista de las cosas que necesitaría: decoraciones, comida y, por supuesto, canciones navideñas.
"Mamá, ¿podemos hacer galletitas de jengibre para la fiesta?" - preguntó con ojos brillantes.
"Claro, Rafa, eso suena delicioso. Pero necesitamos mucha harina... y un poco de azúcar" - le respondió su madre, sonriendo.
Rafa corrió al mercado con su madre, donde eligieron los ingredientes y compraron cintas y globos para decorar. Mientras regresaban a casa, se encontró con su mejor amigo, Tío.
"¡Tío! ¡Estoy organizando una fiesta de Navidad! No puedo esperar a que llegue ese día" - exclamó, emocionado.
"¡Eso suena increíble, Rafa! ¿Puedo ayudar?" - le preguntó Tío.
"Por supuesto, necesito una mano con las decoraciones" - dijo Rafa, contento de compartir la carga.
Dos días después, mientras todo estaba listo, un fuerte viento comenzó a soplar y podría verse oscurecer el cielo.
"¿Vas a seguir adelante con la fiesta, Rafa?" - le preguntó su mamá.
"Sí, aunque sea un poquito de lluvia, no dejaré que eso me detenga" - respondió con firmeza.
A medida que se acercaba el día de la fiesta, la tormenta se intensificó. La mañana del evento, Rafa miró por la ventana, y cuando vio que el agua caía con fuerza, los nervios comenzaron a apoderarse de él.
"No puede ser..." - se dijo a sí mismo, "¿qué pasará con la fiesta?" -
"Es una locura, no voy a poder hacerla" - le confesó a Tío.
"¿Y si hacemos algo diferente? ¡Podemos invitar a los chicos a jugar bajo la lluvia!" - le sugirió, sonriendo.
Rafa pensó por un momento. La idea de jugar en el barro, sintiendo las gotas de agua en su cara, le pareció emocionante. Finalmente, decidió que así sería.
Cuando llamaron a sus amigos para contarles los nuevos planes, todos estaban felices.
"¡Súper! ¡Yo llevo mi pelota!" - gritó uno de ellos.
"Yo traigo mi juego de mesa!" - dijo otro.
La lluvia siguió cayendo, pero no importó. Bajo el cielo gris, los niños se reunieron en la casa de Rafa, donde las risas y el juego llenaron cada rincón.
"¡Miren! ¡El barro parece un lago!" - exclamó uno de los chicos, mientras saltaba.
"Vamos a hacer una competencia de saltos" - retó Tío, y todos comenzaron a hacer saltos a lo grande.
Esa tarde, los niños bailaron al ritmo de sus risas, hicieron batallas de barro, tiraron agua y crearon recuerdos que jamás olvidarían.
Cuando la tormenta finalmente cesó, un hermoso arcoíris se dibujó en el cielo. Rafa se detuvo un momento y miró a sus amigos felices.
"¡¿Vieron? ! ¡Esto es mejor que una fiesta de Navidad tradicional!" - exclama Rafa.
"Sí, ¡definitivamente!" - respondieron al unísono.
La noche llegó y, en lugar de postre, decidieron hacer una fogata en el patio. Mientras asaban malvaviscos, contaban historias.
"Este año, la Navidad no fue lo que esperaba... fue mejor" - dijo Rafa.
"Siempre podemos hacer que el día sea especial, sin importar lo que pase“ - agregó Tío, mientras sonreía.
Y así, lo que comenzó como una expectativa por una fiesta típica de Navidad, se transformó en un día lleno de aventuras y amistad. Todos aprendieron que lo importante no son los planes, sino con quién los compartimos.
Rafa cerró los ojos esa noche, sintiendo que el verdadero espíritu navideño estaba en la alegría de estar juntos, creando recuerdos invaluables.
FIN.