Rafael y el CuidaRanas
Había una vez, en un hermoso estanque rodeado de juncos y flores de colores, una rana llamada Rafael. Rafael tenía dos hermanos: Marta y Diego. A pesar de ser una feliz familia, muy poco cuidaban de ellos sus dueños, una niña llamada Luisa y su hermano Simón. A veces, Luisa se olvidaba de darles de comer y no les prestaba atención.
Un día, mientras exploraban el estanque, Rafael, lleno de energía, dijo:
- ¡Vamos a jugar al escondite!
Marta, un poco más tranquila, respondió:
- Rafael, deberíamos quedarnos cerca de la orilla.
Y Diego, que siempre hacía reír a todos, añadió:
- ¡Yo me escondo en la flor más grande!
Los tres se pusieron a jugar, riendo y brincando de alegría. Sin embargo, mientras jugaban, Luisa se acercó al estanque, pero no los vio. Empezó a buscar a su hermano, al que había dejado cerca del agua.
Los tres hermanos, al darse cuenta de que Luisa no les prestaba atención, comenzaron a sentir que no eran valorados. Rafael, preocupado, exclamó:
- ¡Chicos, creo que deberíamos hacer algo para que nos cuiden más!
Marta, que siempre pensaba en soluciones brillantes, sugirió:
- ¿Y si organizamos una gran fiesta en el estanque? Podríamos invitar a todas las ranas de la zona.
Diego, emocionado por la idea, dijo:
- ¡Sí, y podemos hacer una competencia de saltos!
Así que se pusieron manos a la obra, decorando el estanque con hojas verdes y flores de colores. Invitaron a todas las ranas del bosque. Desde la más pequeña hasta la más grande vino corriendo para ser parte de la celebración.
El día de la fiesta, mientras todos estaban reunidos, el bullicio llegó a los oídos de Luisa y Simón. Curiosos, decidieron acercarse al estanque.
- ¿Qué es todo este ruido? - preguntó Luisa, sorprendida al ver a tantas ranas.
Rafael, al ver a su dueña, brinco hacia ella y gritó:
- ¡Hola, Luisa! ¡Estamos celebrando nuestra fiesta por el Día de las Ranas!
Luisa se rió y se acercó, y le dijo:
- ¡Nunca supe que existía un día así!
Simón, mirando asombrado, comentó:
- ¡Mirá cuántas ranas hay!
Rafael se sintió feliz, sabiendo que estaban llamando la atención de sus dueños.
Entonces, Marta se subió a una gran hoja y habló:
- ¡Queremos que nos cuiden más! ¡Nos gustaría tener más tiempo con ustedes!
Simón frunció el ceño y reflexionó.
- Tenés razón, a veces me olvido de jugar con las ranas.
Luisa miró a su hermano y dijo:
- A partir de hoy, haremos un horario para cuidar de ustedes.
Marta y Diego aplaudieron con alegría.
- ¡Gracias, Luisa! - gritaron al unísono.
Y así, en medio de juegos y risas, los lazos entre los niños y las ranas se fortalecieron. La fiesta se convirtió en una tradición, y cada semana hacían algo especial para disfrutar juntos.
Con el tiempo, Luisa y Simón aprendieron a cuidar mejor de Rafael, Marta y Diego, y todos aprendieron que el tiempo y el amor compartido son esenciales en cualquier relación. Rafael sintió que, aunque a veces se olvidaran de ellos, siempre podían encontrar una manera de ser escuchados y valorados. Y así, la historia de Rafael, Marta y Diego se convirtió no solo en una aventura, sino en una verdadera lección sobre el cuidado y la importancia de la atención.
Fin.
FIN.