Ramiro y el Pato Protector



Era un hermoso día en el lago de la ciudad. El sol brillaba y las aguas reflejaban un azul intenso. Ramiro, un niño de diez años, había decidido ir a explorar y jugar con su mascota, un pequeño pato llamado Pato. Desde que había llegado a su vida, Pato había sido su mejor amigo y compañero de aventuras.

- ¡Vamos, Pato! –dijo Ramiro emocionado. –Hoy será un gran día para volar y chapotear en el lago.

Pato cuacó alegremente como si entendiera cada palabra. Juntos, corrieron hasta la orilla. Sin embargo, mientras jugaban, Ramiro notó que el día no solo era hermoso, sino que también había algo extraño en el aire. Un grupo de niños estaba cerca del lago, riendo y jugando con una pelota. Pero, de repente, la pelota se escapó y rodó hacia el agua.

- ¡Cuidado! –gritó Ramiro, viendo que la pelota se hundía.

Pero no solo la pelota estaba en peligro. Ramiro se dio cuenta de que algunos patitos que nadaban cerca comenzaron a asustarse y a chapotear, mientras una pareja de patos adultos intentaban proteger a sus crías. Ramiro sintió una punzada en el corazón.

- ¡Pato, tenemos que ayudar! –exclamó, mientras corría hacia el lago.

El pato lo siguió rápidamente, como si también entendiera la urgencia. Ramiro se acercó a los niños que habían lanzado la pelota al agua.

- ¡Hola! –dijo Ramiro, un poco nervioso. –¿No creen que deberíamos ayudar a los patitos? Ellos también tienen derecho a jugar en el lago sin miedo.

Los niños lo miraron confundidos. Uno de ellos, llamado Lucas, respondió: - Pero solo es una pelota. No les hará daño, ¿verdad?

- No se trata solo de eso –explicó Ramiro. –Los patitos también son animales y tienen sentimientos. Si los asustamos, se pueden alejar de su mamá y perderse.

Los niños comenzaron a comprender. –Tenés razón, Ramiro. No quisiéramos hacerles daño –dijo Lucas, sintiéndose culpable.

- ¿Y si ayudamos a sacarlo del agua? –sugirió otro niño, Valentina.

Ramiro sonrió al escuchar esa propuesta. –¡Exactamente! Con cuidado, podríamos intentar rescatar la pelota y así los patitos podrán seguir disfrutando del lago.

Juntos, se armó un equipo. Ramiro y los niños formaron una cadena, mientras Pato se zambullía en el agua, chapoteando y llamando la atención de los patitos. Finalmente, uno de los niños se atrevió a meterse en el agua y rescató la pelota.

- ¡Lo logramos! –gritó Valentina, levantando la pelota. Los patitos, al ver que todo estaba tranquilo, se acercaron, chapoteando felices y pareciendo agradecer a Pato.

Todos comenzaron a reír y a jugar nuevamente, pero ahora también con un aire de responsabilidad. Durante el resto del día, aprendieron a cuidar y respetar a los animales del lago, jugando de una forma que no los asustara.

Al final del día, cuando el sol comenzaba a esconderse detrás de las montañas, Ramiro y Pato regresaron a casa, satisfechos de haber ayudado a sus nuevos amigos.

- ¡Hoy fue un gran día, Pato! –dijo Ramiro. –Aprendí algo muy importante: proteger y cuidar a los que no pueden defenderse es una gran aventura.

Pato cuacó como si estuviera de acuerdo. Desde ese día, Ramiro se convirtió en un defensor de la vida salvaje del lago, enseñando a sus amigos la importancia del respeto por la naturaleza y por todas sus criaturas.

Y así, Ramiro y Pato siguieron viviendo muchas más aventuras, siempre recordando que la amistad y la protección son claves para hacer del mundo un lugar mejor.

FIN.

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