Ramiro y sus amigos en el parque
Había una vez un lorito llamado Ramiro que vivía en una hermosa casa con su dueño, el señor Juan. Ramiro era muy travieso y le encantaba explorar el mundo exterior, pero siempre volvía a casa al final del día.
Un día, mientras el señor Juan estaba ocupado trabajando, la puerta de la jaula de Ramiro se abrió por accidente y él aprovechó la oportunidad para salir y descubrir qué aventuras le esperaban más allá de los muros de su hogar.
Sin embargo, no se dio cuenta de que había dejado atrás a su querido dueño. Ramiro voló por los cielos y llegó a un hermoso parque lleno de árboles altos y coloridas flores.
Allí conoció a otros loritos llamados Lola y Mateo. Eran muy simpáticos y lo invitaron a jugar con ellos. "¡Hola! Soy Ramiro", dijo emocionado. "¡Mucho gusto! Yo soy Lola", respondió ella. "Y yo soy Mateo", agregó él.
Juntos, los tres loritos se divirtieron mucho jugando entre las ramas de los árboles e imitando los sonidos que escuchaban en el parque. Aprendieron nuevos trucos y compartieron historias divertidas sobre sus vidas en sus respectivas casas.
Pero después de varios días disfrutando de la compañía mutua, Ramiro comenzó a extrañar a su dueño. Recordaba lo feliz que era en casa junto al señor Juan. Decidió entonces contarles sobre él a Lola y Mateo. "Chicos, extraño mucho mi casa y mi dueño.
Me encanta estar con ustedes, pero siento que algo me falta", les confesó Ramiro. Lola y Mateo entendieron cómo se sentía Ramiro y le dieron su apoyo.
Juntos idearon un plan para ayudarlo a regresar a casa sin perder el contacto entre ellos. Así fue como los tres loritos volaron de vuelta al hogar de Ramiro. Cuando llegaron, encontraron al señor Juan muy preocupado buscándolo por todas partes.
Al verlo, el señor Juan sintió una alegría inmensa y abrazó a Ramiro con cariño. "¡Ramiro! ¡Me has dado un gran susto! Estoy tan feliz de que estés de vuelta en casa", exclamó el señor Juan emocionado.
Ramiro también estaba contento de volver con su dueño, pero sabía que extrañaría mucho a sus nuevos amigos Lola y Mateo. Entonces tuvo una idea brillante: propuso organizar reuniones regulares en el parque para seguir jugando juntos.
Así fue como Ramiro encontró un equilibrio entre su vida en casa con el señor Juan y sus aventuras con Lola y Mateo en el parque. Descubrió que siempre hay espacio en nuestro corazón para amar a diferentes personas y disfrutar momentos especiales tanto en casa como fuera de ella.
Y así termina la historia del lorito Ramiro, quien aprendió la importancia del hogar, la amistad y la diversión compartida.
FIN.