Ramón, la tortuga que encontró la alegría




En el bosque de Villa Tortuguita vivía Ramón, una tortuga que siempre se sentía triste. Todos los días observaba a sus amigos correr, saltar y jugar, mientras él apenas podía moverse a paso lento.

Sus patitas cortas y su caparazón pesado lo hacían sentirse torpe y desanimado. Un día, mientras a paseaba por el bosque, Ramón se cruzó con Mateo, el mapache.

Mateo siempre estaba lleno de energía y alegría, y al ver a Ramón tan triste, se acercó a él. "Hola Ramón, ¿por qué estás tan triste?" -preguntó Mateo. "Es que todos mis amigos son tan rápidos y ágiles, yo me siento muy lento y torpe", respondió Ramón con tristeza.

Mateo le sonrió y le dijo: "No importa si eres lento, cada uno de nosotros tiene habilidades especiales que nos hacen únicos. Ven conmigo, te mostraré algo." Mateo llevó a Ramón a un claro en el bosque donde encontraron a Carla, la liebre, practicando su salto.

Mateo le pidió a Carla que les enseñara cómo saltar tan alto, y ella accedió amablemente. "Lo que hace a cada uno especial son nuestras propias habilidades", explicó Carla. "Tú, Ramón, puedes no ser tan rápido como nosotros, pero eres resistente y constante.

Eso te hace especial". Ramón sonrió. A partir de ese día, Ramón decidió enfocarse en sus propias habilidades, en lugar de compararse con los demás. Descubrió que era muy buen nadador y que su caparazón lo protegía de cualquier peligro.

Se convirtió en el mejor amigo de todos, escuchándolos atentamente cuando tenían problemas. Poco a poco, la tristeza de Ramón se desvaneció y su alegría iluminó Villa Tortuguita.

Sus amigos aprendieron a valorar las cualidades especiales de Ramón, y juntos demostraron que la amistad va más allá de las diferencias. Desde entonces, Ramón enseñó a todos que la verdadera felicidad proviene de aceptarse a uno mismo y valorar lo que nos hace únicos.

FIN.

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