Ramona, la ranita sin límites
Había una vez en un pequeño estanque, una ranita llamada Ramona. Ramona era una ranita muy especial, ya que desde que nació era sorda.
A pesar de esta diferencia, Ramona siempre se esforzaba por ser feliz y enfrentar los desafíos que la vida le presentaba. Un día, se anunció en el estanque una competencia muy importante: subir una piedra resbaladiza. Todas las ranitas del lugar se emocionaron y comenzaron a entrenar para participar en el evento.
Pero cuando Ramona escuchó sobre la competencia, sintió un poco de tristeza porque pensaba que no podría participar debido a su discapacidad auditiva.
Sin embargo, su amiga Lola la rana se acercó con entusiasmo y le dijo: "¡Ramona! No importa si eres sorda, tú puedes hacerlo igualmente. Todos tenemos habilidades especiales". Estas palabras llenaron de alegría el corazón de Ramona y decidió probar suerte en la competencia.
El día del evento llegó y todas las ranitas estaban listas para subir la piedra resbaladiza. El juez dio la señal de inicio y cada ranita comenzó a trepar con todas sus fuerzas. La multitud animaba a los participantes mientras estos luchaban por llegar hasta arriba.
Ramona estaba decidida a dar lo mejor de sí misma. Sin poder oír los vítores del público ni las palabras de aliento de Lola, confiaba plenamente en sus capacidades físicas y mentales.
Con cada salto preciso y cada movimiento calculado, avanzaba poco a poco hacia la cima. Los demás competidores no podían creer lo que veían. A medida que Ramona se acercaba a la cima, dejaba atrás a todos los demás.
Su determinación y habilidad para adaptarse a las dificultades la hacían destacar. En un giro inesperado de los acontecimientos, justo cuando Ramona estaba a punto de llegar a la cima, una fuerte lluvia comenzó a caer sobre el estanque.
La piedra resbaladiza se volvió aún más difícil de escalar y muchos participantes perdieron el equilibrio y cayeron al agua. Pero Ramona no se rindió.
Aunque no podía escuchar las advertencias del público para tener cuidado con la piedra resbaladiza, ella confiaba en sus instintos y siguió adelante. Con cada paso firme y seguro, continuó escalando hasta que finalmente llegó a la cima. El estanque entero estalló en aplausos mientras Ramona celebraba su victoria con una enorme sonrisa en su rostro.
No solo había demostrado que su discapacidad no era un obstáculo para alcanzar sus metas, sino que también había inspirado a todos los presentes. Desde ese día, Ramona se convirtió en un ejemplo de superación y valentía para todas las ranitas del estanque.
Ella les enseñó que no importa cuáles sean nuestras diferencias o limitaciones, siempre podemos encontrar una manera de triunfar si tenemos fe en nosotros mismos y nos esforzamos por superarnos cada día.
Y así fue como gracias al coraje y perseverancia de Ramona, todos aprendieron la lección más importante: nunca subestimes el poder de la determinación y la confianza en uno mismo.
FIN.