Ramona la tortuga que encontró la alegría


Ramona era una pequeña tortuga que vivía en el hermoso bosque de Tortugalandia. A pesar de tener un caparazón brillante y una sonrisa amigable, Ramona se sentía triste la mayor parte del tiempo.

Observaba a los demás animales correr y saltar, mientras ella apenas podía moverse lentamente. Un día, Ramona decidió hablar con su amiga la sabia Tortuci, una tortuga anciana y sabia que vivía en lo alto de la colina. -¡Hola, Tortuci! -saludó Ramona con voz suave.

-¡Hola, Ramona! ¿Qué te trae por aquí? -respondió Tortuci con una amplia sonrisa. Ramona le contó a Tortuci sobre su tristeza constante y cómo se comparaba con los demás animales.

-Querida Ramona, la alegría no depende de lo rápido que puedas correr o saltar, sino de lo que llevas dentro de ti -dijo sabiamente Tortuci. Le explicó a Ramona que cada animal tiene sus propias habilidades y que esas diferencias son lo que hace al mundo un lugar hermoso y diverso.

Animada por las palabras de su amiga, Ramona decidió probar cosas nuevas. Aprendió a observar las estrellas por la noche, a disfrutar del aroma de las flores y a escuchar el canto de los pájaros.

Pronto descubrió que esas pequeñas cosas le traían alegría y que no necesitaba compararse con nadie más. Un día, Ramona se encontró con un pajarito que se había caído de su nido.

Con su lenta pero cuidadosa forma de moverse, logró llevar al pajarito de regreso a su hogar. Los demás animales del bosque la vieron y la elogiaron por su amabilidad y paciencia.

Ramona se dio cuenta de que su naturaleza tranquila y pausada le permitía ayudar a otros de una manera que los animales más rápidos no podían. Desde ese día, Ramona ya no se sentía triste. Había descubierto que su valiosa contribución al bosque estaba en su interior.

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