Ramoncito el Coballo Travieso
En un pequeño pueblo al borde de un bosque mágico, vivía un caballo llamado Ramoncito. Era un coballo travieso que siempre encontraba maneras de jugar y hacer reír a sus amigos. A pesar de su energía inagotable, Ramón tenía un gran corazón y siempre quería ayudar a los demás.
Una mañana radiante, Ramoncito decidió que quería hacer una gran fiesta en el campo. "¡Voy a invitar a todos mis amigos!"- exclamó emocionado. Se pasó el día corriendo de aquí para allá, haciendo invitaciones con flores y hojas.
"¡Hola, Pato!"- saludo Ramoncito. "¿Te gustaría venir a mi fiesta en el campo?"-
"¡Claro, Ramoncito! Siempre he querido ver un baile de caballos"- respondió el pato con una sonrisa.
"¡Perfecto!"- dijo Ramoncito mientras zancadas felices se dirigía a casa de la cerdita Pichona. "¡Pichona! ¿Quieres venir a mi fiesta?"-
"Me encantaría, Ramoncito. ¿Habrá comida?"- preguntó Pichona.
"¡Sí! Muchas cosas ricas, prometo!"- contestó él.
Mientras Ramoncito seguía recolectando más amigos, se encontró con Doña Cabra, que estaba un poco triste. "¿Qué te pasa, Doña Cabra?"- le preguntó Ramoncito.
"¡Ay, Ramoncito! Estoy preocupada por mis cabritas. No sé cómo cuidarlas solita..."- respondió con un suspiro.
Ramoncito tuvo una idea brillante. "¡Vamos, yo te ayudaré!"- dijo.
"¿De verdad?"- preguntó Doña Cabra con los ojos brillantes.
"Sí, claro. Y además, así podremos preparar todo para la fiesta mientras cuidamos a tus cabritas"- le sonrió Ramoncito.
Con un espíritu lleno de energía, Ramoncito trabajó incansablemente para ayudar a Doña Cabra. Juntos, jugaron con las cabritas, les enseñaron a saltar y, mientras tanto, prepararon una rica ensalada de hojas verdes para la fiesta.
Llegó el día de la fiesta. Todos los amigos de Ramoncito estaban allí: el pato, la cerdita, el conejo y muchos otros. "¡Bienvenidos a mi gran fiesta!"- dijo Ramoncito contento mientras los demás aplaudían.
Sin embargo, pronto notaron que algunas de las decoraciones estaban volando por el viento. "¡Ay no!"- exclamó el pato, "¡Mi gorra ha volado!"-
"No se preocupen, amigos, yo iré a buscarlo!"- gritó Ramoncito lleno de entusiasmo. Salió corriendo tras de la gorra, y después de un rato, encontró muchas decoraciones que el viento había llevado.
Pero al volver, se dio cuenta de algo: todos sus amigos estaban preocupados por encontrar la gorra. En lugar de regresar rápidamente, decidió que lo mejor era disfrutar el momento y organizó una búsqueda de tesoros en el campo, donde cada uno pudiera buscar no solo la gorra, sino también otras cosas que habían perdido.
"¡Esto es divertido!"- gritó Pichona mientras buscaba entre los arbustos.
"¡Miren lo que encontré!"- dijo el conejo, sacando una flor gigante.
Al final, encontraron la gorra del pato, y también se llenaron de risas y buenos momentos. Cuando el sol se empezó a esconder, todos se reunieron para disfrutar de la rica comida.
"¡Eres el mejor, Ramoncito!"- dijo Doña Cabra. "Gracias por tu ayuda y por la fiesta tan maravillosa"-.
"¡Sí! La búsqueda fue increíble y todos aprendimos a ayudarnos entre amigos!"- agregó Pichona.
Ramoncito sonrió, pero no solo por ellos, sino porque había entendido algo importante: si bien le encantaba jugar y divertirse, ayudar a los demás le daba una felicidad única. Desde ese día, Ramoncito decidió que no siempre sería solo el caballo travieso. A menudo ayudaría a sus amigos y a todos en el pueblo, porque a veces, la verdadera alegría viene de compartir y cuidar de los que queremos.
Y así, Ramoncito el coballo travieso se convirtió también en un gran amigo. Todos lo amaban y la fiesta se celebraba todos los años, recordando no solo la diversión, sino el valor de la amistad y la solidaridad.
FIN.