Ramono y el Supermercado Mágico
Era un hermoso sábado por la mañana y el sol brillaba con fuerza. El pequeño oso Ramono y su papá decidieron ir al supermercado a hacer las compras. Ramono estaba muy emocionado, ya que le encantaba ir de compras con su papá.
"¿Puedo elegir un dulce, papá?" - preguntó Ramono, saltando de alegría.
"Claro, hijo, pero primero tenemos que conseguir todo lo que necesitamos" - respondió su papá.
Al llegar, el supermercado era un lugar enorme y colorido, con pasillos repletos de productos. Ramono miraba todo con admiración.
"¡Mirá, papá! Hay frutas de todos los colores" - dijo mientras señalaba una sección colorida.
"Sí, Ramono, hay que llevar algunas manzanas y bananas" - contestó su papá, llenando el carrito.
Mientras su papá estaba ocupado buscando la lista de compras en su bolsillo, Ramono vio un vistoso pasillo de juguetes. Curioso y sin pensarlo dos veces, decidió acercarse.
"¡Voy a ver qué hay allí!" - exclamó Ramono, aventurándose hacia la zona de los juguetes.
Cuando Ramono finalmente alcanzó el pasillo, se sintió como si estuviera en un mundo encantado. Había muñecos, juegos de mesa y pelotas que brillaban. Se perdió entre las estanterías, olvidando por completo a su papá.
Pasaron unos minutos y cuando Ramono decidió volver, se dio cuenta de algo aterrador: no podía encontrar a su papá.
"¡Papá!" - gritó con un hilo de voz, sintiendo cómo su pancita se llenaba de mariposas.
De pronto le vino a la mente algo que su papá siempre le decía:
"Si alguna vez te pierdes, busca un empleado del supermercado, o vuelve al lugar donde nos vimos por última vez".
Ramono se decidió a explorar por el pasillo, tratando de buscar a alguien que pudiera ayudarlo. A poca distancia, notó a una amable señora de uniforme que estaba reponiendo productos.
"¡Hola!" - dijo Ramono, corriendo hacia ella. "Estoy perdido, no encuentro a mi papá."
"No te preocupes, pequeño. Vamos a encontrar a tu papá juntos. ¿Te acuerdas de dónde lo viste por última vez?" - preguntó la señora.
"Sí, estaba en la sección de frutas" - respondió Ramono, sintiéndose un poco más tranquilo.
La señora sonrió y lo llevó de vuelta al pasillo de frutas. Mientras caminaban, Ramono comenzó a observar todo a su alrededor.
"Mirá, ¡qué bonitas son las fresas!" - dijo señalando las frutas.
"¡Sí! A veces, lo cotidiano puede ser maravilloso si lo miras con atención" - respondió la señora, mientras seguían caminando.
Finalmente, llegaron a la sección de frutas y justo allí, Ramono pudo ver a su papá mirando algunas peras.
"¡Papá!" - gritó Ramono, corriendo hacia él.
"¡Ramono!" - dijo su papá, aliviado. "Te estuve buscando. ¿Dónde estabas?"
"Me fui a ver los juguetes y después me perdí... Pero conocí a una señora que me ayudó" - explicó Ramono.
"Me alegro que hayas encontrado ayuda, mi pequeño. Siempre recuerda que no tienes que tener miedo de pedir ayuda" - le dijo su papá, abrazándolo.
Después de eso, Ramono volvió a sentirse seguro y juntos continuaron con las compras. Al final del día, regresaron a casa con muchas cosas ricas.
"Papá, hoy aprendí algo importante: siempre que te sientas perdido, hay personas dispuestas a ayudarte" - dijo Ramono, con una gran sonrisa.
Desde ese día, Ramono nunca volvió a tener miedo de perderse en el supermercado. En su corazón, sabía que siempre podía pedir ayuda. Además, cada vez que regresaba al supermercado, miraba con más atención todo lo que lo rodeaba, porque lo cotidiano se había vuelto extraordinario.
Y así, el pequeño oso no solo aprendió a no tener miedo de perderse, sino también a apreciar la belleza de cada día.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.
FIN.