Rana y el Jardín Encantado



En un hermoso lago rodeado de montañas verdes, vivía Rana, una pequeña y curiosa rana que siempre estaba lista para aprender cosas nuevas. Un día, mientras saltaba de piedra en piedra, se encontró con un grupo de niños que estaban mirando para lo alto de un árbol.

- ¿Qué están mirando? - preguntó Rana, intrigada.

- ¡Hay un nido de pájaros! - exclamó Valentina, una de las niñas, señalando hacia lo alto.

- ¿Y qué hay en el nido? - preguntó Rana, saltando un poco más cerca.

- Hay unos huevitos, pero no sabemos qué tipo de pájaros son - respondió Tomás, con la mirada fija en el nido.

Rana sonrió, pensando en lo emocionante que sería aprender sobre esos pájaros. Así que les propuso:

- ¿Qué les parece si investigamos juntos? Podemos buscar libros sobre pájaros, y también averiguar en la biblioteca del pueblo.

Los niños parecieron entusiasmarse con la idea.

- ¡Sí! Eso suena genial - dijo Valentina, saliendo corriendo hacia el camino que llevaba a la biblioteca.

Con grandes saltos, Rana los siguió, y pronto estaban explorando la biblioteca. Mientras hojeaban libros llenos de ilustraciones de aves, Rana se dio cuenta de que había mucho que aprender.

- ¡Miren! - exclamó Tomás, señalando una ilustración increíblemente colorida de un colibrí. - Este es uno de los más pequeños del mundo.

- Y miren cómo son sus alas - agregó Valentina. - ¡Pueden moverlas muy rápido!

Rana escuchaba con atención y tomaba notas imaginarias en su mente. Pero luego, se encontró pensando en cómo podrían descubrir más sobre el nido de pájaros.

- ¿Y si hacemos un experimento? - sugirió Rana, emocionada. - Podemos observar el nido todos los días y ver si los huevitos se convierten en pajaritos.

Los niños se miraron entre sí, emocionados y un poco nerviosos. Pero decidieron que era una gran idea y comenzaron su misión de observación. Cada tarde después de la escuela, se reunían alrededor del árbol, con picnics y juegos, mientras esperaban pacientemente.

Un día, un fuerte viento comenzó a soplar. Todos miraron con preocupación mientras una rama se sacudía.

- ¿Y si se cae el nido? - dijo Tomás, un poco asustado.

Rana miró el nido con determinación.

- ¡Debemos protegerlo! - exclamó. - Creo que podemos hacer una especie de refugio con los palitos que encontremos en el suelo.

Los niños se pusieron a trabajar rápidamente, recolectando ramitas y hojas. Con ingenio y trabajo en equipo, lograron crear un pequeño refugio que cubría el nido del viento.

- ¡Listo! - dijeron al unísono, sonriendo con orgullo por su trabajo conjunto.

Una semana después, mientras observaban, notaron que los huevitos se movían.

- ¡Está ocurriendo! - gritó Valentina, llena de emoción.

De repente, uno de los huevos se rompió, y de él salió un pequeño pajarito. Los niños no podían contener su alegría.

- ¡Miren! ¡Un pajarito! - exclamó Tomás, saltando de felicidad.

Rana se sintió muy feliz al ver cómo su idea de aprender juntos los había unido. Con el paso de los días, más pajaritos salieron de los huevos, y los niños aprendieron no solo sobre los pájaros, sino también sobre la amistad, la colaboración y el cuidado por la naturaleza.

- Cada día aprendimos algo nuevo - dijo Valentina, mientras todos observaban a los pequeños pajaritos volar.

Y así, con sus corazones llenos de alegría y sus mentes llenas de conocimientos, los niños y Rana prometieron seguir aprendiendo juntos, cada día un poco más.

- ¡El mundo es un lugar lleno de maravillas que están esperando ser descubiertas! - concluyó Rana, con una gran sonrisa en su rostro.

Y desde entonces, cada vez que veían un nuevo desafío, sabían que juntos podían aprender de él y disfrutar cada aventura.

FIN.

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