Ranghild y el misterio de la manzana desaparecida
En un tranquilo pueblo rodeado de verdes praderas y altas montañas, vivía Ranghild, una niña curiosa y traviesa. Ranghild tenía un gran amor por la naturaleza y siempre disfrutaba de pasear por el bosque y observar a los animales. Sin embargo, en la escuela las cosas eran diferentes. Ranghild tenía problemas para hacer amigos, y eso la entristecía. Pero un día, algo extraño sucedió. En la clase de ciencias, la maestra anunció que plantarían un huerto escolar y cada niño tendría su propia planta para cuidar. Ranghild estaba emocionada con la idea. Después de sembrar semillas de girasol, zanahoria y tomate, la maestra les entregó a cada uno una hermosa manzana roja para que la cuidaran con esmero.
Días después, cuando Ranghild se acercó a su maceta, descubrió con tristeza que su manzana había desaparecido. Llorando, corrió a contarle a la maestra lo sucedido. La maestra, preocupada, reunió a todos los niños para descubrir quién era el responsable del robo. Pero nadie sabía nada. Todos estaban sorprendidos y tristes por lo que había ocurrido. Sin embargo, Ranghild decidió que no se quedaría de brazos cruzados. Decidió que resolvería el misterio por su cuenta y así demostraría su valentía y determinación.
Con su amigo el conejo Boris, que siempre la acompañaba en sus aventuras, decidió buscar pistas por toda la escuela. Revisaron el patio, la biblioteca, el comedor y hasta la sala de profesores. Pero no encontraron nada. Hasta que, justo cuando estaban por darse por vencidos, Boris descubrió algo. Un rastro de migas de pan que conducía hacia el despacho de la directora. Sin dudarlo, Ranghild y Boris se dirigieron hacia ese lugar.
Al llegar, se encontraron con la directora y una sorprendente revelación: la directora había tomado la manzana para compartir con los pajaritos del parque que estaban pasando hambre. La directora se disculpó por no haberlo consultado con los niños, y les explicó la importancia de pensar en los demás seres vivos. Ranghild entendió que, a veces, las cosas no son lo que parecen, y que las personas siempre tienen razones que tal vez no entendemos.
Finalmente, la directora propuso que todos los niños y niñas se unieran para llevar comida a los animales del parque, enseñándoles a cuidar y respetar a los seres vivos. A partir de ese día, Ranghild se convirtió en una líder, ayudando a sus compañeros a comprender la importancia de la empatía y la solidaridad. Y, a pesar de las dificultades iniciales, Ranghild entendió que ser valiente no significa solo enfrentar peligros, sino también tener la valentía de comprender a los demás y ayudarlos.
FIN.