Rapunzel y la Conejita Saltarina



Era un día soleado en el parque, cuando Rapunzel, una niña curiosa de cabellos dorados, decidió llevar a su mascota, una pequeña y juguetona hamster llamada Copita, a disfrutar del aire libre. Mientras Copita corría en su rueda de heno, Rapunzel vio algo que capturó su atención.

"¡Mirá, Copita!" - exclamó Rapunzel.

En medio del césped, apareció una conejita adorable que saltaba de un lado a otro, como si estuviera jugando a las escondidas. Rapunzel, emocionada, se acercó despacito, tratando de no asustarla.

"¡Ven aquí, linda conejita!" - dijo con una voz suave.

La conejita, curiosa, siguió saltando, ignorando a Rapunzel al principio. Pero la niña no se rindió y, con paciencia, empezó a ofrecerle pequeñas zanahorias que había llevado en su mochila.

"¡Mirá, tengo un snack para vos!" - insistió Rapunzel.

Al final, la conejita, al ver la zanahoria, decidió acercarse. Rapunzel sonrió, emocionada al finalmente tener a la conejita a su lado.

"¡Eres la conejita más bonita del mundo!" - susurró, mientras la acariciaba suavemente.

Contenta con su nuevo hallazgo, Rapunzel pensó que sería maravilloso tener a la conejita como mascota. Pero antes de llevarla a casa, decidió pedir permiso a sus padres, porque sabía que los animales necesitan cuidados y atención.

"Mamá, Papá, encontré una conejita en el parque. ¿Podemos quedárnosla?" - preguntó con esperanza.

Sus padres, que siempre promovían la responsabilidad y el cuidado de los animales, le dijeron: "¿Y cómo piensas cuidar de ella?" - preguntó su mamá.

"Prometo alimentarla, jugar con ella y llevarla al veterinario si es necesario. Además, Copita puede ser su amiguita también" - contestó Rapunzel con determinación.

Sus padres se miraron y, después de un momento de reflexión, accedieron. "Está bien, pero debes asegurarte de que tenga todo lo que necesite" - dijeron, sonriendo.

Esa noche, Rapunzel y la conejita, a quien decidió llamar Saltarina, se convirtieron en las mejores amigas. Todos los días después de la escuela, corrían al jardín donde Saltarina saltaba de felicidad, mientras Copita correteaba y exploraba el suelo.

Pero un día, Rapunzel notó que Saltarina no parecía tan entusiasta como de costumbre. "¿Qué te pasa, Saltarina?" - le preguntó, preocupada.

De repente, Saltarina dejó de saltar y se escondió detrás de una planta. Rapunzel se preocupó, no sabía por qué estaba así. A partir de ese día, decidió prestar más atención a su amiguita.

"Debo descubrir por qué no está feliz", pensó Rapunzel. Investigó sobre el comportamiento de las conejas y se dio cuenta de que, al igual que las personas, los animales también necesitan un espacio seguro y tranquilo para jugar y descansar.

"Creo que necesita más espacio y un lugar cómodo para dormir" - se dijo.

Decidió hacer un pequeño refugio con una caja y un montón de heno en un rincón del jardín para que Saltarina pudiera sentirse segura.

"¡Mirá, Saltarina!" - le mostró, mientras la conejita miraba curiosa.

Poco a poco, empezó a usar el refugio y a jugar más. Saltarina volvió a mostrar su energía y alegría saltando como nunca antes. Rapunzel se sintió orgullosa de haber escuchado a su mascota y haber solucionado su tristeza.

La niña aprendió que no solo es divertido tener una mascota, sino que también es importante entender y cuidar de sus necesidades. Desde ese día, cada vez que llevaba a Saltarina y Copita al jardín, siempre se aseguraba de que tuvieran un lugar acogedor y amoroso para relajarse.

Así, el jardín de Rapunzel no solo era un lugar de juegos, sino un hogar lleno de amor y alegría para Saltarina, Copita y ella misma. La amistad entre las tres creció fuerte, recordándoles a todos que cuidar a los demás es lo más bonito que hay. Y así, la historia de la niña, su hamster y la conejita saltarina se convirtió en una lección sobre el amor y la responsabilidad, ¡algo que Rapunzel nunca olvidaría!

FIN.

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