Raquel y el Bosque de Bambú



Era una hermosa mañana en Arashiyama, Kioto, Japón. El sol apenas empezaba a asomarse entre los altos y verdes bambúes que rodeaban la casa de Raquel. Esta niña de 12 años se despertó con emoción, ya que era el primer día de secundaria. Sin embargo, al mirar el reloj, su corazón comenzó a latir rápido.

"¡Oh no! ¡Me estoy haciendo tarde!" exclamó Raquel, mientras se vestía apresuradamente.

Rápidamente desayunó y, con una mochila llena de libros y lápices, corrió hacia la puerta.

"¡Buena suerte, Raquel!" la saludó su mamá mientras ella salía corriendo.

Raquel sabía que debía atravesar el misterioso bosque de bambú para llegar a la escuela. Mientras avanzaba, los altos tallos de bambú se movían suavemente con el viento, creando un murmullo casi mágico.

"Debo apresurarme", pensó Raquel, pero de repente escuchó un sonido extraño. Curiosa, se detuvo y miró a su alrededor. Fue entonces cuando vio a un pequeño panda atrapado entre las ramas.

"¡Hola, pequeño amigo!" dijo Raquel, arrodillándose para examinar al animal. "¿Estás bien?"

El panda la miró con ojos grandes y tristes, y aunque estaba nervioso, parecía calmarse al ver la bondad en los ojos de Raquel.

"No puedo dejarte aquí. Debo ayudarte", dijo Raquel, sin dudarlo. Luego, cuidadosamente, empezó a mover las ramas para liberar al panda.

Cuando finalmente logró liberarlo, el pequeño panda hizo un salto de alegría y comenzó a girar a su alrededor.

"Gracias, Raquel. No puedo irme sin mostrarte algo", dijo el panda, sorprendentemente capaz de hablar.

"¿Puedes hablar?" preguntó Raquel, con los ojos muy abiertos.

"Sí, soy el guardián de este bosque. Te mostraré un camino especial que te llevará a tu escuela más rápido", afirmó el panda.

Raquel, aun sin creerse lo que escuchaba, decidió seguirlo. Juntos, se adentraron más en el bosque y llegaron a un sendero oculto, rodeado de flores brillantes y árboles que parecían bailar.

"Este camino solo puede ser visto por quienes tienen un corazón amable", explicó el panda.

Mientras caminaban, Raquel le contó al panda sobre sus nervios por su primer día de secundaria.

"Todos en la escuela son grandes y yo soy muy pequeña", confesó.

"Recuerda, Raquel: la valentía no se mide por el tamaño, sino por lo que tienes dentro. Si enfrentas tus miedos, descubrirás lo que realmente vales", dijo el panda.

Finalmente, llegaron a la escuela justo a tiempo. Raquel se despidió del panda y le prometió que nunca olvidaría sus palabras. Al entrar al edificio, se sintió un poco nerviosa, pero también emocionada.

A lo largo del día, conoció a otros estudiantes que, al igual que ella, estaban un poco nerviosos. Con su corazón valiente, se acercó a un grupo de chicos que hablaban sobre sus clases favoritas.

"Hola, ¿puedo unirme a ustedes?" preguntó con una sonrisa.

La mayoría la miró con curiosidad, y uno de ellos le respondió:

"¡Claro! Soy Hiro, y me gusta mucho el arte. ¿Y a vos?"

Y así, Raquel comenzó a hacer nuevos amigos, quienes se dieron cuenta de que era una persona amigable y valiente. Por primera vez, se sintió en casa entre sus compañeros.

Al final del día, con su corazón lleno de alegría, recordó al pequeño panda y su consejo. Aquella aventura en el bosque de bambú no solo le había enseñado a ayudar a los demás, sino también a ser valiente y a confiar en sí misma.

"La próxima vez que pase por el bosque, lo buscaré de nuevo", se prometió Raquel mientras regresaba a casa con una gran sonrisa en el rostro.

FIN.

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