Ratatá, el ratón aventurero



Ratatá era un ratoncito muy curioso y aventurero que vivía en el campo, en una pequeña madriguera debajo de un sauce llorón. Siempre soñaba con cosas grandiosas y le encantaba observar la luna brillando en el cielo. Un día, mientras trotaba en su caballo de madera, se detuvo frente a un charco y vio reflejada la luna en el agua. -¡Wow! ¡Qué luna más hermosa! -exclamó Ratatá, deslumbrado por su resplandor. Desde ese momento, se propuso un desafío: ¡iba a comerse la luna! Decidido, partió en busca de su objetivo.

Durante su travesía, Ratatá se encontró con diversos personajes del bosque, como el zorro astuto y la ardilla inquieta, quienes se burlaron de su idea. Pero Ratatá no se desanimó y siguió su camino. En su recorrido, aprendió a sortear obstáculos y a ser valiente cuando se enfrentó a nuevos retos.

Finalmente, después de muchas peripecias, Ratatá llegó a lo alto de una colina, donde la luna parecía estar al alcance de su pata. Sin embargo, en ese momento, la luna le habló en una voz suave y le preguntó: -¿Por qué quieres comerte la luna, Ratatá? Ratatá se quedó pensativo y contestó: -Porque es tan bonita que quería tenerla siempre conmigo. La luna sonrió y le dijo: -No necesitas comérmela para disfrutarla, simplemente admírala y déjala brillar en tu corazón.

Ratatá entendió el mensaje de la luna y, en lugar de intentar comérsela, decidió sentarse a su lado y contemplar su resplandor. Desde ese día, Ratatá apreciaba mucho más las pequeñas cosas y comprendía que no era necesario poseerlas para disfrutarlas. Así, regresó a su madriguera con una lección inolvidable en su corazón.

FIN.

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