Ratón y el Árbol Mágico
En un bosque lleno de vida, un pequeño ratón llamado Rato soñaba con tener su propia casa. Pero no quería una casa cualquiera, soñaba con una casa que estuviera en un árbol, tan alto como los cielos. Con cada amanecer, Rato observaba desde la base de un gran roble cómo las aves hacían sus nidos y anhelaba tener un hogar como el de ellas.
"Algún día tendré mi casa en un árbol", se decía mientras miraba al cielo.
Un día, Rato decidió que tenía que intentar realizar su sueño. Junto con su mejor amiga, Lila, la ardilla, empezó a buscar materiales. Reunieron ramitas, hojas y algo de musgo. Lila estaba emocionada:
"Rato, ¡esto será lo mejor! Podremos hacer una casa hermosa. "
"Sí, pero ¿cómo vamos a subir a ese alto árbol?", preguntó Rato.
Lila pensó un momento y sugirió:
"Podríamos pedir ayuda a algún amigo del bosque. Estoy segura de que podrían ayudarnos."
Antes de que pudieran poner su plan en marcha, se encontraron con el sabio búho, Don Búho, que estaba posado en su rama.
"¡Hola, pequeños amigos! ¿Qué están tramando?"
"Queremos construir una casa en este árbol, pero no sabemos cómo subir hasta allí", explicó Rato, con un poquito de tristeza en su voz.
Don Búho sonrió y les dijo:
"La altura no es un impedimento cuando hay amistad y colaboración. Hoy, habrá un gran festejo en el claro del bosque, podrías invitar a todos y pedirles ayuda."
Rato y Lila estaban encantados con la idea. Al día siguiente, prepararon invitaciones con flores y hojas que colocaron en cada rincón del bosque. Todos los animales estaban entusiasmados de ayudar.
El día del festejo llegó. Había una gran mesa llena de frutas, nueces y semillas. Cuando todos se reunieron, Rato se subió a una roca y gritó:
"¡Gracias por venir! Quiero compartir un sueño con ustedes. Quiero tener una casa en el árbol. Y si me ayudan, ¡podremos hacerlo juntos!"
Los animales aplaudieron y todos acordaron ayudar a Rato y Lila. Primero, Don Búho les enseñó a hacer un plano de la casa.
"Necesitamos empezar desde la base", dijo, señalando las ramas más bajas del árbol.
Luego, los conejos se encargaron de transportar los materiales. Las ardillas, entre risas, se encargaban de mezclar el musgo con hojas para hacerlo suave como un cojín. Hasta el zorro, que siempre era un poco despreocupado, ayudó a sostener las ramas más pesadas.
Pasaron los días y, aunque parecía difícil, el trabajo en equipo fue haciendo avanzar la construcción. Sin embargo, un día, mientras Rato intentaba colocar una rama muy alta, perdió el equilibrio y casi se cae. Todos se asustaron y Lila gritó:
"¡Rato, ten cuidado!"
"Me siento un poco inseguro... no sé si debería seguir", confesó Rato, sintiéndose abrumado.
Justo entonces, Don Búho se acercó:
"Es normal tener miedo, amigo. Pero si no intentas, nunca lo lograrás. Confía en tus amigos y en ti mismo. Te ayudaremos."
Con esas palabras, Rato sintió un destello de valentía. Con la ayuda de sus amigos, logró colocar la rama y, poco a poco, la casa fue tomando forma. Al final, cuando terminaron, Rato miró su nuevo hogar.
"¡Es hermosa! ¡Gracias a todos!"
El árbol ahora tenía una casa magnífica, decorada con flores y hojas brillantes. Todos los animales brindaron por Rato y su nueva casa.
En ese momento, Rato comprendió que no solo había construido una casa, sino también un hogar lleno de amistad, trabajo en equipo y confianza.
"Hoy no solo gané un lugar donde vivir, gané amigos que siempre estarán a mi lado", dijo Rato emocionado.
Y así, Rato aprendió que los sueños pueden hacerse realidad si se trabaja junto a aquellos que queremos y en quienes confiamos. Desde entonces, cada vez que miraba su casa en lo alto del árbol, recordaba que, aunque puede haber desafíos, siempre habrá un camino si hay amor y colaboración.
Los días pasaron, y cada vez que un animal nuevo llegaba al bosque, Rato y Lila lo invitaban a su hogar, compartiendo con él el secreto de cómo los sueños pueden hacerse realidad si se dan con corazón.
Y así, con risas y mucha alegría, vivieron muchas más aventuras en el bosque, creando historias que jamás olvidarían.
FIN.