Rayan y su granja mágica
Había una vez un pequeño niño llamado Rayan, que tenía solo dos años, pero ya era un granjero excepcional. Vivía en una casa de campo rodeada de verdes praderas, donde pasaba sus días cuidando de sus adorados animales.
Rayan tenía un gallo llamado Carlitos, una vaca llamada Láctea, y un pequeño cordero llamado Nube. Cada mañana, Rayan despertaba muy temprano y corría hacia el corral.
"¡Hola, Carlitos!" - exclamaba Rayan, mientras el gallo cantaba su buenos días a todos en la granja.
"¡Muuu!" - respondía Láctea, meneando su cola y esperando su desayuno.
"¡Beee!" - decía Nube, corriendo a ver a su pequeño amigo.
Rayan siempre llevaba consigo una canasta llena de alimento para llenar la pancita de sus amigos. Pero lo que más le encantaba a Rayan era jugar con ellos.
Un día soleado, mientras jugaban a las escondidas, Carlitos se escondió detrás de un árbol muy grande.
"¿Dónde estás, Carlitos?" - preguntó Rayan riendo.
"¡Cucú!" - salió el gallo de su escondite, haciendo reír a Rayan aún más.
Pero un pequeño giro sucedió cuando, de repente, Rayan escuchó un sonido extraño en el campo.
"¿Qué fue eso?" - preguntó alarmado mirándolos a sus amigos.
Todos se pusieron atentos y decidieron investigar. El sonido venía de una parte del campo que nunca habían explorado.
"Vamos, Nube, ¡no te asustes!" - dijo Rayan valientemente.
"¡Bee!" - aseguró Nube, siguiéndolo con confianza.
Con su canasta en mano, Rayan guió a sus amigos hacia el misterioso sonido. Al llegar, encontraron a un pequeño pato que había quedado atrapado en un arbusto espinoso.
"¡Pobrecito!" - exclamó Rayan, agachándose para observar al pato.
"¡Cuac!" - decía el pato, tratando de soltarse, pero en su intento se hacía más lío.
Rayan no dudó ni un segundo. Aunque era pequeño, sabía que debía ayudar. Miró a Láctea y le dijo:
"¿Podés usar tus cuernos para ayudar a nuestro amigo?"
Láctea se acercó y con mucho cuidado, separó un poco las ramas.
"¡Cuidado, pato!" - dijo Rayan con ternura.
Finalmente, el pato pudo salir de su trampa.
"¡Gracias, amiguitos!" - dijo el pato, moviendo sus alas con alegría.
"¡Cuac! Debería ir con los demás!" - y se fue volando rápidamente, agradecido por su valentía.
Rayan se sintió muy feliz de haber ayudado a un animalito. Regresaron a la granja, donde decidieron festejar su pequeña aventura con un picnic. Todos se sentaron bajo un hermoso árbol y compartieron algunos bocadillos. Rayan había preparado unas galletas de avena, y Carlitos trajo maíz.
"¡Esto es lo mejor!" - dijo Rayan comiendo con gusto. Todos rieron y disfrutaron del momento.
De repente, notaron que el cielo se oscurecía. Era una tormenta que se acercaba rápidamente.
"¡Oh no!" - exclamó Rayan. "Hay que llevar a los animales al refugio antes de que empiece a llover."
Tan rápido como pudieron, Rayan, Láctea y Nube comenzaron a correr, pero Rayan recordaba que Carlitos era un gallo atrevido y no le gustaba ir al refugio.
"¡Carlitos, ven aquí!" - le gritó. "¡No podemos quedarnos afuera!"
"¡Cocorocó!" - decía Carlitos, escapando de la lluvia mientras Rayan intentaba atraparlo.
Finalmente, Rayan tomó la mano de Nube y juntos atraparon a Carlitos justo a tiempo para entrar al refugio. La lluvia comenzó a caer con fuerza, pero Rayan y los animales ya estaban a salvo.
"¡Lo hicimos! ¡Todos están a salvo!" - gritó Rayan feliz.
Mientras la tormenta rugía fuera, Rayan y sus amigos se acurrucaron y se contaron historias. Rayan les habló de cómo había encontrado al pato y de su gran aventura del día. Al final, todos se quedaron dormidos en el cálido refugio, sabiendo que, aunque eran pequeños, juntos podían lograr cosas maravillosas.
Cuando la tormenta pasó y el sol volvió a brillar, Rayan salió con sus amigos al campo. Miró hacia el cielo y vio un hermoso arcoíris.
"Miren, amigos, ¡es un arcoíris!" - les dijo emocionado.
Todos juntos saltaron para celebrar su día de aventuras. Y desde aquel día, Rayan no solo fue conocido como un gran granjero, sino también como un pequeño héroe entre sus amigos animales. Y así, pasaron los días en la granja mágica de Rayan, donde cada uno aportaba su parte, y donde siempre había algo nuevo que aprender y descubrir juntos.
FIN.