Rayo y la Fiesta en el Pueblo



En un hermoso día brillante, Rayo, un pequeño rayo de luz, vivía en el cielo. Era famoso por su increíble velocidad, pero había un gran secreto sobre él: le tenía miedo a la gente.

Rayo disfrutaba de su hogar en las nubes, donde podía jugar y correr a toda velocidad entre los destellos de luz y los suaves vientos. Sin embargo, cada vez que miraba hacia abajo y veía a las personas en el pueblo, un escalofrío recorría su pequeña chispa.

"¿Y si me ven y se asustan?" - pensaba Rayo con preocupación. Así que siempre se mantenía alejado.

Un día, mientras Rayo estaba descasando en su nube favorita, escuchó un revuelo en el pueblo. La gente estaba hablando emocionada de la gran fiesta que iba a suceder aquella noche.

"¡Habrá luces, música, y muchas sonrisas!" - exclamó un niño. "¡No puedo esperar a que empiece!".

Rayo sintió un pequeño cosquilleo en su corazoncito.

"¿Qué tal si voy y miro desde arriba?" - pensó, intentando hacerse valiente.

Así que, al caer la tarde, Rayo decidió asomarse entre las nubes. Vio que toda la gente se reunía en la plaza, decorando el lugar con colores brillantes y luces que parpadeaban. Había risas y alegría en el aire.

"Es hermoso..." - murmuró. Pero su miedo volvió enseguida. "¿Y si alguien me ve?".

De pronto, sintió que debía hacer algo especial. Después de reflexionar un momento, se le ocurrió una idea brillante: si era tan veloz, podría ayudar a organizar la fiesta desde las alturas sin que nadie lo notara.

Así que se puso en marcha. Rayo se deslizó rápidamente por el cielo, colocando hermosas estrellas fugaces y destellos de luz sobre el pueblo.

"¡Miren!" - gritó una niña viendo el cielo. "¡Las estrellas están bailando!". Todos miraron hacia arriba, maravillados.

Rayo se sintió emocionado. ¡Estaba siendo parte de la fiesta, y nadie le tenía miedo!

Con cada movimiento, la gente sonreía más y más. Rayo se dio cuenta de que no era necesario tener miedo, porque la alegría que llevaba consigo era mucho más grande.

Un grupo de niños comenzó a señalar al cielo. "¡Miren, miren! ¡Un rayo maravilloso!" - gritaron felices. Rayo se llenó de felicidad. ¡Ahora, en vez de tener miedo, estaba siendo admirado!

En un momento, decidió bajar un poco más y se acercó a la plaza, pero aún un poco lejos.

"¡Gracias, pequeño rayo!" - gritaron los adultos. "Nos das luz y alegría en esta fiesta tan especial!".

Rayo inició un pequeño baile en el aire, iluminando el lugar. La gente comenzó a bailar felices, con la música sonando y las luces brillando. Esa noche se sintió más vivo que nunca.

"¡La gente no me tiene miedo!" - se dijo, sintiendo que cada instante de alegría lo hacía brillar más.

Cuando la fiesta estaba en su apogeo, Rayo decidió hacer una brillante exhibición final. Hizo una carrera de luces por todo el cielo, haciendo figuras coloridas al ritmo de la música.

"¡Increíble!" - exclamó un niño, mientras todos aplaudían.

Esa noche, Rayo entendió que ser diferente no era algo malo. Ser veloz y diferente lo hacía especial. Y que la gente no tenía miedo de él en absoluto; más bien, todos querían jugar y compartir su luz.

Desde aquel día, Rayo visitaba a sus amigos en el pueblo más seguido. Ya no temía al cariño de la gente, porque aprendió que a menudo los miedos son solo un espejo que refleja lo que llevamos dentro. ¡Y si te dejas brillar, la gente te abrazará con sonrisas!

Y así, entre risas y luces, Rayo se convirtió en el mejor amigo de todos, aprendiendo a disfrutar de la vida sin miedo, listo para nuevas aventuras.

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.

FIN.

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