Refugio en la Sombra
Era un lindo día en la escuela, el sol brillaba y el aire fresco nos invitaba a disfrutar de nuestro recreo. Yo estaba con mis amigas Luli, Greisi, Ari y Kiara, sentadas en un rincón con sombra, comiendo nuestras meriendas y riendo a carcajadas mientras planeábamos nuestro siguiente juego.
"¿Y si después hacemos una carrera de sacos?" - propuso Ari, con esos ojos brillantes que siempre imaginaban aventuras.
"¡Sí! Pero primero, ¡hay que terminar las galletitas!" - dijo Kiara mientras mordía una con gran entusiasmo.
"Les digo que gané la carrera el último recreo, ¡no tengo rival!" - exclamó Luli con una sonrisa.
"¿Y si hacemos un torneo de carreras?" - sugirió Greisi, entusiasmada.
Mientras nuestras ideas chocaban en el aire como globos entre risas, notamos que algunos compañeros de la clase pasaban a un costado. Al principio no les dimos mucha importancia, pero de repente, se acercaron más.
"¡Eh, miren lo que traemos!" - gritó uno de ellos, agitando un palo largo en el aire. En un instante, comenzaron a lanzarnos palos.
"¡Eh! ¿Qué onda?" - grité mientras cubría mi cabeza.
"No, no, no, esto no está bien!" - dijo Greisi, asustada.
"¿Por qué nos tiran eso?" - preguntó Kiara, confundida.
Al principio, todo fue una locura: unos reían, otros gritaban, y los palos volaban. Pero justo cuando pensamos que todo había terminado, uno de chica llamada Laura se acercó.
"¡Alto! Esto no es un juego. ¿Por qué hacen esto?" - dijo con firmeza.
"Solo queríamos divertirnos..." - dijo uno de los chicos, avergonzado.
Laura, una de las más grandes del curso, los miró seriamente.
"Hay muchas formas de divertirnos sin molestar a los demás. ¿No podrían jugar algo juntos?" - sugirió.
"No habíamos pensado en eso..." - admitió un chico que había lanzado varios palos.
Las chicas y yo, ahora calmadas, empezamos a pensar.
"Podemos hacer un juego juntos. ¿Qué tal un partido de fútbol?" - sugerí, alzando la voz para que todos nos escucharan.
"¡Yo traigo la pelota!" - dijo Ari emocionada.
"¡Yo corro con ustedes!" - agregó Greisi.
Poco a poco, los chicos comenzaron a sonreír y a recogerse los palos, y Laura, viendo que la idea funcionaba, se unió.
"Está bien. Si jugamos juntos, seguro será más divertido para todos. ¡Armemos dos equipos!"
"¡Sí! ¡Yo quiero ser arquera!" - gritó Luli.
Así fue como pasamos de ser cinco chicas tranquilas en un rincón con sombra a formar equipos con los chicos en el campo. El partido comenzó y, aunque algunos todavía se veían algo escépticos, pronto todos estábamos corriendo, riendo y disfrutando de la verdadera esencia del recreo: la amistad y la diversión.
Al finalizar el partido, estábamos exhaustas pero felices.
"La próxima, ¡planificamos un torneo en serio!" - dijo Kiara entre risas.
"Sí, pero siempre juntos, así nadie se siente mal" - añadió Laura, mirando a los chicos.
Desde ese día, aprendimos que siempre hay una forma mejor de resolver las cosas. Llenas de sonrisas, el recreo se convirtió en nuestro refugio en la sombra, donde el juego y la amistad florecían, gracias a haber conversado. Era cierto: no hace falta palos ni molestias, cuando se puede construir algo divertido juntos.
Y así, bajo el sol radiante y la suave sombra, el recreo se llenó de risas, alegría y mucho, mucho juego. Nunca olvidaremos cómo convertir un momento de tensión en una hermosa amistad.
FIN.