Remolón, el guardián de la Navidad en la selva


Había una vez en la selva un animal muy especial llamado Remolón. Era un animalón con partes de diferentes animales: tenía el cuerpo de un oso, las alas de un murciélago y la cola de un mono.

Aunque su apariencia era extraña, Remolón era amable y siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás. Remolón vivía en lo más profundo de la selva, rodeado de árboles altos y exuberantes.

A pesar de estar lejos del bullicio de la ciudad, Remolón siempre estaba al tanto de las festividades que se celebraban en el mundo exterior.

Pero había algo en particular que le encantaba: ¡la Navidad! Cada año, cuando llegaba diciembre, Remolón comenzaba a prepararse para esta mágica celebración. Decoraba su hogar con luces brillantes y guirnaldas coloridas. Recogía piñas y ramitas para hacer adornos navideños y construía su propio árbol con hojas secas.

Un día, mientras buscaba ramas para decorar su árbol navideño, Remolón escuchó unos ruidos extraños provenientes del otro lado del río. Se acercó sigilosamente para descubrir qué era lo que estaba ocurriendo.

Al llegar al lugar, vio a un grupo de animales tristes y desanimados bajo un viejo árbol sin hojas ni frutos. Eran el perezoso Gruñoncio, el tucán Chismoso y la tortuga Sabionda. - ¿Qué les pasa? - preguntó Remolón preocupado.

- Es que este año no podremos celebrar la Navidad, no tenemos comida ni adornos - respondió Gruñoncio con tristeza. Remolón se entristeció al ver a sus amigos tan desanimados. Pero en su interior sabía que debía hacer algo para ayudarlos y alegrarles el corazón. - No se preocupen, tengo una idea - dijo Remolón con determinación-.

¡Voy a conseguir alimentos y decoraciones navideñas para todos nosotros! Sin perder tiempo, Remolón voló hacia los árboles más altos para buscar frutas jugosas y dulces.

Con sus garras de oso trepó hasta las ramas más altas donde encontró manzanas rojas, bananas amarillas y uvas moradas. Llenó su mochila con todas las delicias que pudo encontrar. Luego, Remolón fue corriendo hasta el río y nadó rápidamente hacia la orilla opuesta.

Allí encontró un arbusto lleno de bayas brillantes que utilizó como decoración para el árbol de sus amigos.

Cuando regresó al lugar donde estaban Gruñoncio, Chismoso y Sabionda, llevaba consigo una gran sorpresa: había construido un trineo hecho de hojas secas y lianas que cargaba todo lo necesario para celebrar la Navidad en la selva. - ¡Feliz Navidad! - exclamó Remolón emocionado mientras sacaba los alimentos y colgaba las bayas en el árbol -. Ahora tendremos nuestra propia fiesta navideña.

Los ojos de sus amigos se iluminaron al ver toda la comida deliciosa y los adornos coloridos. Juntos cantaron villancicos y compartieron risas mientras disfrutaban de la comida preparada por Remolón.

Desde aquel día, cada año Remolón se aseguraba de que todos los animales de la selva pudieran celebrar la Navidad. Se convirtió en el guardián de las festividades, llevando alegría y amor a cada rincón del bosque.

Y así, gracias a su generosidad y espíritu navideño, Remolón demostró que no importa cómo seas por fuera, lo importante es tener un corazón lleno de bondad para compartir con los demás.

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