Renata y el estanque mágico



Había una vez en un hermoso estanque, una pequeña rana llamada Renata. Renata era muy simpática y siempre estaba dispuesta a hacer nuevos amigos, pero desafortunadamente, nadie parecía interesado en jugar con ella.

Esto hizo que Renata se sintiera muy triste y sola. Un día soleado, mientras Renata saltaba de hoja en hoja tratando de encontrar compañía, escuchó unos risueños croacs provenientes del otro lado del estanque.

Curiosa por saber quién podía estar allí, decidió ir a investigar. Al llegar al lugar de donde venían los sonidos divertidos, encontró a un grupo de ranitas jugando y riendo sin parar. Eran las ranitas más populares del estanque y todos querían ser sus amigos.

Renata se acercó tímidamente hacia ellas y les preguntó si podía unirse a su juego. Pero las ranitas populares solo la miraron con desdén y le dijeron: "-Lo siento mucho Renata, pero no puedes jugar con nosotras. Eres diferente".

Renata sintió como si su corazón se rompiera en mil pedazos al escuchar esas palabras tan crueles. Decidió alejarse lentamente del grupo y buscar algún otro lugar donde pudiera encontrar verdaderos amigos.

Mientras caminaba por el bosque cercano al estanque, escuchó un suave croac detrás de ella: "-¿Estás bien? Pareces triste". Al voltear la cabeza vio a una rana amable y gentil llamada Ramiro. Renata le contó toda su historia a Ramiro mientras lágrimas brotaban de sus ojos.

Ramiro se compadeció de ella y le dijo: "-No te preocupes, Renata. Yo también solía sentirme solo hasta que encontré a un grupo de ranas muy especiales en el bosque".

Intrigada por las palabras de Ramiro, Renata decidió seguirlo y descubrir qué había detrás de todo esto. Caminaron durante un buen rato hasta llegar a un claro del bosque donde se encontraba una gran comunidad de ranas.

Cada una tenía su propia personalidad y habilidades únicas, pero todas eran amigables y consideradas. Renata se sintió emocionada al ver cómo estas ranas se ayudaban mutuamente y jugaban juntas sin importar las diferencias. Decidió acercarse tímidamente hacia ellas y presentarse.

Para su sorpresa, todas las ranas la recibieron con los brazos abiertos. Le dijeron: "-¡Hola Renata! Nos alegra mucho conocerte. Aquí siempre hay lugar para más amigos". Desde ese día, Renata nunca volvió a sentirse sola.

Pasaba horas jugando con sus nuevos amigos en el bosque y en el estanque. Aprendió que no importa si eres diferente o no encajas en ciertos grupos, siempre habrá personas que te acepten tal como eres.

Y así fue como Renata pasó de ser una rana triste y solitaria a tener muchos amigos verdaderos que la querían por lo que era: una rana única e especial. La moraleja de esta historia es que debemos aprender a valorar nuestras diferencias y buscar aquellos lugares donde nos acepten tal como somos.

No todos los grupos populares son necesariamente los mejores amigos, a veces los verdaderos amigos están donde menos lo esperamos.

FIN.

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